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/ Por Bibiana Belsasso./
¿Recuerdan a aquel titular del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (Indep), Ricardo Rodríguez Vargas, a quien quitaron del cargo y cuando llegó su sucesor, Jaime Cárdenas, quien solamente estuvo al frente por 100 días, denunció todo tipo de actos de corrupción, desde manipulación de las subastas hasta cómo desvalijaron las joyas que estaban en la bóveda de la institución y que habían sido incautadas de su antecesor?
Estamos hablando de que el Indep es un organismo público, descentralizado del Gobierno de México, que administra, comercializa y destina los bienes asegurados confiscados por la autoridad. Durante toda su gestión, Rodríguez Vargas dispuso de esos bienes a su conveniencia.
Anteriormente era el Servicio de Administración y Enajenación de Bienes, pero en 2020, se le cambió el nombre al Indep para que tuviera un enfoque propagandístico. Y, pues, durante la gestión de Rodríguez Vargas no le regresaron al pueblo lo robado, pero sí me demandó por publicar lo que sucedía en el Indep.
Pero además, Rodríguez Vargas tenía otros señalamientos, entre ellos el acoso a varias mujeres que trabajaban en su oficina. En 2020, como periodista, se acercaron a mí varias mujeres que fueron sus víctimas y escribí una columna, teniendo los testimonios grabados, que no los quise hacer públicos pensando en las jóvenes y las consecuencias que podrían tener, porque siguen siendo acosadas por su exjefe. Cuando se publicó la columna, Rodríguez Vargas me amenazó y me demandó.
Fue tal su descaro, que en una de las audiencias en el Tribunal Superior de Justicia de la CDMX, me dijo que escribiera que lo que decía en mi columna con respecto a las jóvenes era falso, que retiraba la demanda y que no le importaba que denunciara los actos de corrupción, porque eso lo arreglaba él en la Secretaría de la Función Pública.
No acepté. Era desmentir mi propio trabajo que, además, documenté en forma exhaustiva. Rodríguez Vargas me demandó para silenciarme y censurar mi carrera periodística.
Pasaron 4 años y pasamos por todas las instancias judiciales, mismas que gané una a una, cada una de ellas, hasta que el caso llegó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Ayer, en la última sesión de la Primera Sala me dieron la razón de manera unánime y se desechó el recurso de revisión de amparo directo interpuesto por el exdirector del Indep. Hoy les toca a las autoridades investigar los actos en los que incurrió Rodríguez Vargas y que me demandó por hacerlos públicos.
BATALLA LEGAL
Ésta es parte de la columna que publiqué en La Razón el 6 de octubre del 2020, que tanto le incomodó a Ricardo Rodríguez Vargas:
En ese entonces, Rodríguez Vargas aparentaba ser un hombre honesto y austero. Llegaba a la oficina en un auto sencillo y saludaba amablemente al personal.
Poco le duró ese comportamiento. A los pocos meses, él y su asistente personal ya se movían en Suburban blindadas, con choferes y escoltas. Coches que resguardaba el Indep y que no le correspondía utilizar para uso personal.
Pero también contaba con un chef para que le preparara sus comidas favoritas.
Al llegar a las instalaciones del Indep mandaba parar los tres elevadores para que pudiera subir rápido a su oficina privada, sin que los pudieran utilizar decenas de empleados.
Una oficina en donde, por cierto, solamente se podía entrar y salir con la huella digital de Ricardo y de otras dos personas.
En esa oficina, donde nunca faltaba el alcohol y, en ocasiones, hubo hasta mariachis, Ricardo Rodríguez llegó a encerrar a muchas de las mujeres que trabajan ahí, obligándolas a tomar, y como él tenía el control de su huella para abrir la puerta, él decidía cuándo las dejaba salir. Literalmente, las encerraba contra su voluntad; eso se llama privación ilegal de la libertad. Las denuncias, sobre todo anónimas de muchas víctimas, están en poder de las autoridades, aunque no se ha actuado, ni antes ni ahora, contra Rodríguez Vargas.
Pero también en poco tiempo aprendió a manipular las subastas y descubrió que la venta de ciertos lotes e inmuebles la podía hacer a conveniencia.
Uno de los tantos ejemplos es el de Grupo Texplus, S.A. de C.V. Según documentos en nuestro poder, el pasado mes de febrero (2020), este grupo, por medio de su representante legal, Jacobo Farhi Duschi, solicitó al entonces titular del Indep el interés de adquirir de forma directa algunos de los lotes de telas que saldrían a la subasta, a lo que el Indep respondió con el oficio número DCCM/DEC/CCBM/109/2020 el 2 de abril, que los rollos de tela sí se encontraban en estatus para la venta.
La empresa Texplus presentó una oferta por los 17 lotes de telas por siete millones 620 mil pesos, IVA incluido. Estamos hablando de 120 toneladas de telas que en el mercado tienen un costo muy superior.
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Éste es uno de los muchos testimonios que tengo grabados, de distintas víctimas, en donde se denuncia el actuar de Ricardo Rodríguez. Evidentemente, no voy a dar su nombre porque podría sufrir represalias.
BB: A ti te tocó trabajar con Ricardo Rodríguez Vargas, ¿cómo era el ambiente de la oficina?
VÍCTIMA (V): Era muy hostil, era un ambiente que propiciaba miedo, un tema de acoso laboral, de acoso sexual también, el jefe era una persona con diferentes cambios de humor, entonces nunca sabías cuándo te iba a gritar, incluso el trato llegaba a ser con groserías, era un ambiente en el que podías ver desde prostitutas entrando a la oficina hasta personajes de la política o públicamente no gratos.
BB: ¿Qué fue lo más grave que hizo?
V: Depende grave en qué sentido. Grave como funcionario público, me parece que sacar beneficios personales respecto al uso y manejo de los bienes que tenía el SAE en su poder, ésa es la verdad, tráfico de influencias, favores por parte de funcionarios públicos también a cambio de beneficios para él o para sus protegidas. En cuanto a un ámbito más jefe-empleado, el hecho de obligar a sus empleados a beber alcohol, acosar a sus empleadas, contratar a mujeres en específico, únicamente para acosarlas, verlas, solicitarles que fueran a su oficina únicamente para tener un contacto más cercano con ellas, incluso citarlas fuera de oficina, prostitución dentro de las oficinas también.
BB: ¿A ti te intentó tocar alguna vez?
V: Sí, en algunas ocasiones intentó embriagarme, de hecho me pidió en varias ocasiones ir a su casa. Me llegó a chantajear con crecimiento, darme un aumento en el salario a cambio de favores sexuales, físicamente nunca fui agredida.
BB: Es difícil salir de esta situación tan complicada. ¿Cómo ha sido este proceso?
V: Me siento perseguida, de hecho en algunas ocasiones sí supe que parte de su personal cercano conocía datos personales, de mi familia, y esto ha complicado que yo continúe con mi vida. Yo me he tenido que cambiar de casa en varias ocasiones, he tenido que comenzar a ir al psicólogo, a visitar a diferentes médicos, porque hubo en mí un sentimiento de persecución, de daño, de acoso literal.
BB: ¿Tienes miedo?
V: Sí, tengo mucho miedo de salir de mi casa, de que sepan dónde vivo, de que me hagan daño. No he podido salir en los últimos meses de mi casa, no puedo caminar alrededor de mi casa, es un tema patológico, pero por lo que sé, no descartaría que me hiciera daño, tengo mucho miedo de que me haga daño.