**ENTRESEMANA.
/ MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN /
¡Nooo! Brincos diera el Santo Patrono de los otros datos por parecerse siquiera por asomo a Pedro Infante y haber filmado con la hermosa Silvia Pinal aquella famosa película “El Inocente”, estrenada en esos días de septiembre de 1956.
Bueno, bueno, en la escenificación de la obra montada todos los miércoles en el Salón Tesorería de Palacio Nacional, ni la bachiller Ana Elizabeth García Vilchis, es Mané –¡Dios me libre!—ni Andrés Manuel es Cutberto Gaudázar, los personajes de la película que le refiero.
Mie usted, la protagonizada por Pedro (Cruci) y Silvia (Mané) es una comedia igual que la mañanera y tienen algo en común: el engaño. Y engaño es engaño, aunque vaya maquillado de inocentada.
Disculpe usted que recurra a la referencia de una película, de éstas que las nuevas generaciones desconocen o simplemente ignoran por considerarlas anacrónicas, pero ilustran la analogía de la comedia llevada a la pantalla grande y la escenificada de lunes a viernes en Palacio por Su Alteza Serenísima que de pronto se asume escolapio en proceso de aprendizaje y olvida nombres, hechos o se desmarca de asuntos de su responsabilidad.
¿A poco no?
Es recurrente que desde la audiencia le soplen un nombre, una fecha, o que el DJ que cobra como vocero presidencial, Chucho Ramírez, atienda interrogantes o lagunas mentales que, es evidente, el licenciado presidente las asume a propósito.
Cutberto Gaudázar es inocente porque, de acuerdo con la definición, es libre de culpa, es decir, no incurrió en pecado carnal con Mané –para no herir a las buenas conciencias—ni procedió con mala intención o malicia. Se les pasaron los tragos, ni modos.
Usted dirá que es mucho rollo para entrar en materia. Pero vale la pena recordar estos filmes que retrataban a una sociedad mexicana que políticamente maduraba en la mitad del siglo pasado y que hoy, politizada, no admite ni puede darse el lujo de extender pasaporte de impunidad a engañabobos, demagogos que transitan por la vida como inocentes escolapios, querubines de la doctrina dominical.
El antónimo de Cruci se apellida López Obrador y se llama Andrés Manuel cuyo oficio tiene mucho del engaño: pasar como inocente cuando le conviene porque se sabe arropado por su grupo selecto y defendido por un importante sector de ciudadanos que aún creen en él y validan sus inocentadas incluso con risas y aplausos.
Así, le falta el respeto al sentido común de quienes no comulgan con él y cuya ideología dista de ser conservadora y apisonada con sentimientos golpistas. Miente y blofea con vastos conocimientos de la historia patria pero escurre posturas asumiéndose no informado, amén de que protege a sus socios, amigos y compadres, comadres y familiares. ¿A poco no?
Por ejemplo, aunque desde 2019 se documentó que Ignacio Ovalle Fernández estaba involucrado en actos de corrupción al frente de Segalmex, el licenciado presidente soslayó denuncias y desvió la acción justiciera hacia subalternos de quien fue su mecenas desde tiempos de Luis Echeverría Álvarez.
Ante ese caso, en la mañanera de media semana se atrevió a transitar como inocente burócrata.
Mire usted, la pregunta debió ser por qué no se procedía contra Ovalle Fernández por su responsabilidad como director de Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex) en el millonario fraude documentado y atendido finalmente por la Secretaría de la Función Pública y la Fiscalía General de la República, finalmente porque ya no cabía bajo la alfombra.
Pero, a Su Alteza Serenísima le preguntó una reportera “si tiene información acerca del destino que se hizo (del dinero defraudado), que se desviaron, si hay empresas que pudieron beneficiarse de esto, si tiene usted mayor información al respecto”.
–Sí, hay un presunto fraude en Segalmex que se está investigando. Ya está la denuncia desde hace algún tiempo en la Fiscalía General de la República y está abierta la investigación—fue la respuesta de Andrés Manuel I, en serio.
¡Caray!, ¿su cuaderno del alma metido en un millonario fraude –más de ocho mil millones de pesos– del que se sabía desde 2019 y apenas se entera de que está abierta la investigación?
Por eso, por eso, a Ovalle Fernández lo renunció de la dirección general de Segalmex y lo nombró coordinador del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal, es decir, bajo el cobijo de la impunidad en la Secretaría de Gobernación, blindado, ¡faltaba más!, por el mismísimo brother Adán Augusto López Hernández.
¿No es mal intencionado el Duce? ¿Es un inocente párvulo que acumula hartos años? Lea usted un desplante más.
Otra colega le refirió la información en la que se documenta que, en el último año, el titular de la Profeco, Ricardo Sheffield, creó una constructora y una operadora turística, además de transformar un despacho jurídico en una inmobiliaria y todos esos negocios los hizo teniendo como socios a delegados de la Profeco en Veracruz y en Guanajuato.
–¿Usted sabía de este tipo de negocios? ¿Y qué opinión tiene?—preguntó la colega.
Y qué cree que respondió el culto e informado licenciado presidente. ¡Exacto!
–No tengo información, pero vamos a hacer la investigación—respondió Su Alteza Serenísima con tierna inocencia y preguntó a la colega:
“¿Tú hablas de Ricardo Sheffield?”
–El titular de la Profeco—asintió la reporteraza.
–Vamos a informar aquí—resumió Andrés Manuel I. ¿Qué le parece el inocente Duce?
Pero ahí le va la perla de esta comedia del inocente López Obrador en la mañanera-
–Y también preguntarle un tercer tema, el día de ayer el dirigente nacional del PRI dijo que por instrucciones de usted el secretario de Gobernación lo había mandado a amenazar con el senador Manuel Velasco para presionarlo y que el PRI votara a favor de su reforma eléctrica. ¿Qué le responde?—requirió la colega.
–Pues que no es cierto, yo no me meto en eso, nunca lo he hecho, es un asunto de principios, de ideales, de moral—atendió el licenciado presidente en el papel del mozalbete pillado en el robo de los chicles en la miscelánea de la esquina.
–Y –justificó– tiene que ver con la polémica que existe actualmente y además estamos en vísperas de las elecciones, pero yo no me meto en eso.
Además, explicó, “tiene como dos años que no platico con, dos o tres, que no platico con Manuel Velasco. Lo saludé el día del aeropuerto, de la inauguración del aeropuerto ‘Felipe Ángeles’, ahí lo saludé”. La pregunta aludió a que giró instrucciones a Adán Augusto, no que se hubiera entrevistado con el güero Velasco.
¡Sopas! Explicación no pedida, acusación manifiesta, reza la máxima.
–Lo que dice el dirigente del PRI es que, digamos, el mensaje habría llegado a través del secretario de Gobernación, que usted instruyó al secretario de Gobernación para amenazarlo a través de Manuel Velasco– le preciso la colega.
–No, no. Ahí son otras cosas, ahí se trata de otros asuntos—pretextó el licenciado presidente.
–¿Cuáles?—preguntó la reportera.
–Yo creo que ya son hasta de dominio público, pero además ustedes son muy buenos periodistas y yo no quiero hablar de eso—se zafó el inocente Andrés Manuel I, escurrió el bulto.
–Pero ¿cómo ve todos estos escándalos inmobiliarios de lavado, de predios, en los que está involucrado el dirigente (nacional del PRI?—arrinconó la reportera al inocente licenciado quien de plano cortó:
“No quiero hablar de eso, y menos hoy, a lo mejor pasando las elecciones ya hablamos, pero no quiero hablar de eso”. ¿No que su pecho es bodega? Vaya, vaya con el inocente macuspano. Digo.
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