*Gente como Uno.
/ Mónica Garza /
“Breve interrupción del movimiento, acción o ejercicio”… así es como define el diccionario de la lengua española de la RAE la palabra PAUSA, esa que en México de pronto tuvo que someterse a novedosas interpretaciones, luego del laberíntico jardín en el que se metió el Presidente López Obrador, al proponer una “pausa” en nuestras relaciones diplomáticas con España.
Al ministro del Exterior de España, José Manuel Albares, la sugerencia del premier mexicano lo tomó por sorpresa, como a todos los mexicanos, incluyendo a sus más cercanos operadores, como a la presidenta del Senado Olga Sánchez Cordero, quien terminó enredada entre “la música y la danza” en una argumentación propia de un libreto de Eugène Ionesco.
Lo cierto es que España lleva casi 3 años guardando un paciente silencio ante los arrebatos discursivos de nuestro Presidente, quien influenciado por alguien, desarrolló una obsesión por reinterpretar la historia de México con España —la de hace más de 500 años— y dejar ahí encajada el ancla.
López Obrador no había cumplido ni tres meses en el poder (marzo de 2019), cuando anunció que había enviado una carta a Felipe VI, rey de España, invitándole a reconocer los atropellos cometidos durante la conquista de México y a pedir disculpas por ello.
El gobierno español se limitó a lamentar diplomáticamente la circulación de dicha misiva, haciendo un llamado a trabajar “conjuntamente con el Gobierno de México y continuar construyendo el marco apropiado para intensificar las relaciones de amistad y cooperación existentes entre nuestros dos países”. Pero no sirvió de mucho…
Durante la conmemoración de los llamados “500 años de Resistencia Indígena”, el Presidente López Obrador revivió el tema de la carta y volvió a la cargada: “ni siquiera tuvieron la delicadeza de responderla. Les faltó humildad”, dijo.
Para muchos el actual contexto no es más que un intento por quitar la atención pública de José Ramón López Beltrán y su glamorosa vida en los Estados Unidos; pero también es cierto que el resentimiento con España, si bien es necio, es real y añejo por parte del Presidente.
López Obrador parece no olvidar —ni por un momento— que en 2006, ante el triunfo del panista Felipe Calderón, el entonces presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, luego de felicitarlo, se expresó contra las movilizaciones encabezadas por AMLO ante aquellos resultados electorales.
“Lamentamos mucho que el presidente de España no haya tenido información suficiente o, aun teniéndola, no la haya considerado para verter dichos comentarios”, expresó entonces el Partido de la Revolución Democrática, al que López Obrador pertenecía.
En 2010, la empresa española Repsol fue blanco de las críticas de López Obrador por las modificaciones en el sector energético y cobró celebridad aquella frase de “A mí no me paga Repsol”… Misma empresa contra la que se ha manifestado ya en varias de sus mañaneras.
Desde hace más de 200 años que México comenzó su vida independiente, la relación con el pueblo español ha sido cercana, incluso en el momento más duro del franquismo, México nunca dejó de ser generoso refugio para tantos que huyeron de aquella despiadada dictadura.
Nuestro país ha pausado relaciones diplomáticas en casos extremos de políticas contemporáneas, como ocurrió con Chile en 1974, durante la administración de Luis Echeverría, en respuesta al golpe de Estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende; o en 1979 cuando José López Portillo pausó las relaciones con Nicaragua ante el genocidio de la dictadura de Anastasio Somoza.
Hace más de 4 décadas que las relaciones entre México y España se restablecieron y sus acuerdos han sido tan favorables, que hoy es el segundo país con más inversión en nuestro territorio, con 70 mil millones de euros.
Existen 7 mil empresas españolas que generan empleos en México, donde viven más de 175 mil españoles, mientras cerca de 30 mil mexicanos residen en España.
Así que “pausa” es la que deben de tomar los arrebatos presidenciales y direccionar cualquier ira que tenga origen en el extranjero, hacia el país correcto —quizá un poquito más al norte—… y pedir las explicaciones a la figura que corresponde.
Las relaciones diplomáticas de México con España claramente no van a romperse, pero no había para qué generar las tensiones que hoy tenemos con esa nación por culpa de una herida que sangra, en la dignidad de una familia y que nada tendría que ver con la diplomacia de un país entero.