Sergio Aguayo
A la memoria de Antonio Helguera, colega de La Jornada y Proceso.
Siguen saliendo testimonios sobre la intervención del crimen organizado a favor de candidatos de Morena en Michoacán y Sinaloa, y del PAN en la CDMX. Analizo denuncias de los afectados, reacciones y posibles desenlaces.
En cuanto se anunció el triunfo en Michoacán de Alfredo Ramírez Bedolla, candidato a la gubernatura de Morena; Silvano Aureoles, actual gobernador (PRD), soltó ráfagas de frases pegadoras: “Morena es un narcopartido”, “el crimen organizado puso al gobernador electo de Morena” y “la elección debe anularse”.
Mario Delgado, presidente de Morena, respondió en el mismo tono. Las acusaciones eran las “patadas de ahogado” de un gobernador “ardido”, “lo que se va de Michoacán es el crimen organizado con Aureoles” a quien acusó de ser “un gobernante corrupto que va a terminar en la cárcel”. El presidente Andrés Manuel López Obrador se desmarcó con frases que jamás pasan de moda: “pues que [Aureoles] pruebe si tiene elementos; porque, si no, son noticias sensacionalistas, amarillismo”. Insultos sin sustancia, prosa inconsistente por falta de pruebas.
En Sinaloa también ganó el candidato de Morena, sin embargo, las denuncias de la intromisión de los cárteles tienen más consistencia. Ismael Bojórquez publicó en la revista Ríodoce una crónica sobre el secuestro de una veintena de “operadores” del PRI (según el candidato perdedor fueron “un centenar” los secuestrados y Aureoles, con otros datos, subió el número a mil).
En una columna para El Financiero Eduardo Guerrero abunda en la manera como la gente de El Chapo le dio “una ayudadita al partido del Presidente” en las elecciones sinaloenses. Confirmó el secuestro de “toda la estructura de operadores de la alianza PAN-PRI-PRD empezando por el secretario de organización electoral del PRI, quien fue levantado el sábado previo a las elecciones”. Cualquiera que haya sido el número real, los sicarios sí cercenaron la red de cuadros intermedios encargados de conducir a las clientelas a las casillas donde votarían por quien se les indicara. Todos los operadores fueron liberados cuando la jornada electoral estaba a punto de concluir.
El mismo día, pero en la alcaldía Miguel Hidalgo de la CDMX, algunas bandas delincuenciales operaron a favor de los panistas Mauricio Tabe y, quién lo dijera, ¡Margarita Zavala!, esposa del expresidente que declaró la guerra al crimen organizado en 2006. En este caso, una de las fuentes denunciantes es el candidato perdedor de Morena, según informa el experimentado periodista de investigación Álvaro Delgado en el portal Sinembargo.mx. Dolores Padierna, candidata de Morena derrotada en la alcaldía Cuauhtémoc, hace señalamientos en el mismo sentido.
Estamos ante tres hechos. Los criminales se metieron de múltiples formas a un número indefinido de procesos electorales, los medios difundieron la información que fue ignorada por los árbitros electorales locales, los partidos y los candidatos (en estas elecciones la responsabilidad no la tenía el Instituto Nacional Electoral). No les interesa saber lo que sucedió. Es como si todos hubieran asumido y digerido el enorme poderío alcanzado por los criminales y estuviéramos viendo una capitulación silenciosa ante la delincuencia.
¿Qué pasará en las circunscripciones donde el narco pudo haber inclinado la balanza? Silber Meza comenta en The Washington Post que al gobernador electo de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, no le interesa demasiado el tema. “Por lo que ha declarado, está claro que no piensa enfrentar al Cártel de Sinaloa, y el gobierno federal tampoco ha mostrado interés en ello en estos casi tres años”.
Los gobernantes proponen y la historia dispone. En algún momento tendrán que salir del pasmo, porque resulta imposible ocultar la violencia y porque los medios de comunicación siguen cumpliendo con su obligación de redactar las crónicas diarias del empoderamiento criminal en México. En algún momento veremos la reacción de la sociedad organizada, harta de la indefensión en que se encuentra.
Ante la incertidumbre del futuro, quedémonos con lo demostrable. El periodismo mexicano está dándonos elementos sobre la magnitud que tuvo la participación criminal en las pasadas elecciones. Las urnas narcas son una realidad.
Colaboraron Anuar Israel Ortega Galindo y Sergio Huesca Villeda.