*Hombres aceptados por ser gordos, y ellas, discriminadas.
*En el sentido afectivo, generalmente son rechazadas y no merecedoras de afecto, asegura Erika Bülle.
Le llamamos gordodio a lo que popularmente se le conoce como gordofobia, que es el odio a las personas robustas, es decir, por el simple hecho de tener esta complexión ya nos merecemos un rechazo y estamos sujetas a violencia, así lo dijo Erika Bülle, doctora por la Facultad de Artes y Diseño y activista gorda, como se hace llamar.
Bülle subraya que en los activismos y en los feminismos usan la palabra gordo o gorda como apropiación, debido a que consideran que “el usar sobrepeso y obeso son términos que nos patologizan, o sea, nos ponen como enfermos o enfermas, cuando en realidad sólo somos personas con ciertas características”.
“Aunque los hombres no están exentos de este tipo de violencias, es disculpada cuando ellos tienen poder adquisitivo. Hablando de los casos en los que las mujeres hacen trabajo doméstico no remunerado y dependen del hombre económicamente, entonces como él es el proveedor puede darse ciertos lujos como comer bien o tener a la mujer que quiera, como si fuese de su propiedad”, acota.
Pero a diferencia de las mujeres, en el sentido afectivo, Bülle afirma en entrevista que generalmente son rechazadas y no merecedoras de afecto. “Tenemos que conformarnos con quien nos quiera, porque si no perdemos esa oportunidad que nos impone la sociedad de casarnos y de tener una familia”.
Entonces, el hombre aprovecha esta situación y piensa “a mí me quieres como soy, yo puedo seguir siendo gordo, pero tú no puedes tener sobrepeso”; es decir, “hay un discurso machista muy fuerte”, subraya.
“Existen hombres gordos que incluso son vistos como personas tiernas. ‘El gordito que huele a hot cakes’, ‘el gordito lindo’, pero, sigue siendo así porque son los proveedores, y más si son blancos, por lo que se puede concluir que también hay una cuestión colonizadora”, comenta.
“Cuando son mujeres gordas y morenas, es todo lo que los mexicanos no queremos ver, porque nos enseñaron que el canon de belleza es blanco y alto; justamente como no somos los mexicanos.”
Agresiones machistas médicas y laborales
En lo laboral también hay violencias. “Tenemos al jefe gordo que va a emplear a una mujer gorda o a una delgada. No va a escoger a la primera porque no tiene una buena presentación y, por lo tanto, no cuida su aspecto; en cambio, la delgada, aunque esté menos capacitada, será contratada, porque automáticamente da buena presentación”, ejemplifica.
En cuanto a las violencias machistas médicas, la activista menciona que hay casos comunes en los que hay médicos gordos y atienden a pacientes con esa misma condición, que incluso las agreden; en cuestiones obstétricas también son maltratadas porque les llegan a decir: “¿cómo es posible que se embaracen y pongan en riesgo sus vidas”, enfatiza.
Estereotipos de género en las complexiones físicas
La también miembro del Sistema Nacional de Creadores dice que el ser una mujer gorda implica socialmente que no se baña, por consiguiente, huele mal y no es saludable; “porque la gente siempre supone que seguramente no hace ejercicio, que usa ropa vieja, porque, ¿cómo va a usar ropa bonita con ese cuerpo?”
Respecto a los estereotipos, la doctora afirma que la mayoría de las mujeres que participan en activismos, han pasado por procesos de dietas, todo tipo de violencias y procesos por querer ser, a toda costa delgadas, por presión social.
“Esa misma presión ha hecho que exageremos y que nos conduzcamos de forma irresponsable en algunos momentos, porque a toda costa queríamos parecernos a alguien o entrar en la ropa que usan otras personas. Hasta que llega el momento de reflexión y te preguntas: ¿esto que estoy haciendo vale la pena?”, afirma.
“Por ejemplo, yo no llevo una mala alimentación, no me gusta mucho la comida chatarra, de vez en cuando llego a comer algo, pero tampoco me agrada esa sensación de comer algo y de que me juzguen y digan: ‘¿Cómo no va a estar así si está comiendo eso?’”, comenta.
Bülle comenta que como parte de la aceptación se encuentra el decir: “éste es mi cuerpo, yo me quiero, es la morfología que se me otorgó y por qué no me voy a amar. Es un empoderamiento que se da de forma natural”, expresa.
La activista considera que es una cuestión también de derechos humanos de las mujeres que son gordas. “Me están quitando la posibilidad de amar, de tener buenos empleos, accesibilidad en el transporte público; por darle preferencia a otras mujeres que son extremadamente delgadas”, reclama.
“Yo ya no estoy dispuesta a establecer una competencia corporal ni a estar mendigando amores o estar tocando puertas y tirándole el trabajo a otras mujeres porque son delgadas; yo tengo lo mío y me quiero, lo que busco es sororidad y compartir con mujeres gordas o delgadas y que trabajemos juntas”, finaliza.
Más de un cuarto de la población en México no puede acceder a una dieta saludable, debido a su alto costo, de acuerdo con un informe de la FAO, OPS y la Unicef.
La proporción había disminuido de 26.1 por ciento en 2017 a 23.7 en 2019, para 2020 repuntó a 26.3 por ciento.
Testimonio 1
Marlen Pelaez Arzate, de 33 años, ejerció la carrera de Psicología Social, pero actualmente es analista de siniestros, en una empresa de monitoreo para transportes de carga. En entrevista, la joven cuenta cómo le ha afectado, desde su infancia, sufrir discriminación por “ser de complexión robusta”. Las burlas hacia ella no eran sólo tener sobrepeso, sino también por usar zapatos ortopédicos y lentes. “Desde que cursaba la primaria los niños eran muy crueles, eran muchas las burlas que me hacían por estas razones”, recuerda.
A los 13 años iba a clases de baile y una de sus mayores preocupaciones era a la hora de mandar a hacer el vestuario. “Pensaba que tenía que dejar de comer otra vez”. Además, sus profesores hacían comentarios como: “no podemos usar ombliguera porque a Marlen se le va a salir la pancita y hay que cuidar mucho la estética”.
“Siempre me identificaban más por gordita que por lo que podía llegar a ser o por lo que pude haber logrado; ni siquiera por mi nombre: yo no era Marlen, era ‘Marlen, la niña gordita’, esa fue la causa por la que a los 15 años comencé a limitarme con la comida y a cuidarme en exceso”, afirma.
Los problemas alimenticios regresaron cuando ella tenía 19 años, “vomitaba cada que comía”, asegura. “Después me di cuenta que no estaba bien y que eso traía otros efectos negativos”, comenta.
La discriminación por su peso, también le afectó, en algún momento, en el aspecto sentimental. “Cuando andaba con mi exnovia pensaba: ¿cómo una lesbiana gorda como yo va a andar con una lesbiana, bonita y delgada como ella? Hasta la fecha sigo teniendo inseguridad, y en ocasiones pienso ‘ya me quedé sola porque nadie se va a fijar en mí’”.
“Sin embargo, considero que debemos estar agradecidos con nuestro cuerpo y abrazarlo. No hay que tomar en serio lo que la gente diga sobre nuestra grandeza. Nosotros sabemos lo que somos y lo que tenemos”, concluye.
Testimonio 2
Guillermo Román, de 23 años, es alumno de Ingeniería en sistemas computacionales en el Tecnológico de Iztapalapa y también se dedica a la venta de postres. En entrevista, el joven cuenta cuáles han sido las situaciones en las que ha sido víctima de discriminación respecto a su complexión física.
Guillermo comenzó a recibir burlas desde que iba en la secundaria. “Me discriminaban más las chicas, me decían que estaba muy gordo, que adelgazara”. Además, el joven cuenta que las críticas también eran por su estatura, “me decían que estaba muy grande y parecía tonto”, “tus manos y tus pies son muy grandes, pareces un ogro”, recuerda que le decían.
Siempre consultaba con las personas cómo me veía y no me sentía bien si me decían que mal o feo, pero he aprendido a no dejarme de la gente y a sentirme bien conmigo mismo”
Guillermo Román
En sus empleos la situación no fue distinta, pues cuando trabajó en una cafetería, también era víctima de burlas. “Me decían que si yo me metía a la cafetería no iba a entrar nadie más”, también que “los uniformes no me quedaban por gordo”.
Respecto a los comentarios, Guillermo afirma que en ocasiones le daban ganas de llorar, pero siempre tuvo que mostrarse fuerte, para no recibir más burlas. “Me daba miedo defenderme por temor a que me molestaran más y eso me afectara peor”, expresa.
Román refiere que, cuando jugaba futbol nunca le permitieron ser el delantero o el medio, siempre fue el portero. “Me elegían para esa posición porque la gente decía que yo porque cubría toda la portería”.
Hace dos años tuvo una relación, la cual terminó porque Guillermo “no se esforzó lo suficiente por bajar de peso”, comenta. “Mi novia me pedía que bajara de peso porque a ella le gustaba la gente delgada”. Entonces, “hacía ejercicio por ella, pero mi empeño no valió, pues al final sí me dejó”.
El estudiante confiesa que lo más complicado ha sido confiar en él. “Siempre consultaba con las personas cómo me veía y no me sentía bien si me decían que mal o feo, pero he aprendido a no dejarme de la gente y a sentirme bien conmigo mismo”, concluye.