/ Fernanda Llergo Bay /
Hace dos semanas, la ciudad empezó a vestirse de los colores patrios. Las banderas en los coches y las calles nos recuerdan que ha llegado septiembre. En este especial mes, me detengo a pensar: ¿qué es la patria?, ¿quién es mi patria?
Yo soy mexicana de nacimiento, no lo escogí, pero aseguro que, si hoy tuviera que elegirla, sería ésta. Me pregunto: ¿será que esto les ocurre a todos?, ¿será subjetivo este tema?, ¿qué hace que México sea mi patria: el haber nacido aquí, el haber estudiado aquí, quizás los estudios que hice en ella y sobre ella?, ¿será mi identificación con la cultura?, ¿el dolor y la alegría que me brinda su historia cada día?
San Agustín define a la patria aludiendo al tiempo, parafraseo: la patria la estamos viendo, palpando, recorriendo, viviendo. La estamos amando, y no sabemos con precisión qué es.
Así me sucede. No puedo definir a la patria, pero sé que me acompaña, que está dentro y fuera de mí y que la vivo y la palpo cada día. Me duele lo que a mi patria le duele, me alegra lo que a mi patria le alegra, la sueño diferente y me interpela su situación.
Hoy, México está vestido de fiesta y cumple a la letra lo que el eminente historiador norteamericano Joseph H. L. Schlarman escribió en México, tierra de volcanes, libro que recrea la épica de un gran pueblo que lucha una y otra vez contra fuerzas externas e internas.
Los mexicanos somos variados, no sólo por las ricas y diferentes etnias que componen los muchos kilómetros de este suelo, sino también por las grandes diferencias culturales, sociales y educativas.
Me duelen muchas cosas, pero tres especialmente. Primero, saber que un treinta por ciento de los mexicanos vive en una pobreza extrema y con pocas posibilidades de vivir con dignidad. Después, me duele la corrupción que nos acompaña en diferentes ámbitos. No sólo en los servidores públicos, sino a nivel colectivo, pues tenemos facilidad para evadir responsabilidades cívicas, leyes de tránsito, deberes familiares, comerciales, incluso religiosos. Y también me duele la carencia de educación: el rezago de niñas y de niños sin educación ensancha la brecha entre quienes tiene conocimientos y quienes no, lo cual influencia en las posibilidades de movilidad social y económica y la mejora de la calidad de vida de los mexicanos.
A la par de estos dolores y tantos más, hay un “algo” que puede salvarnos del pesimismo: y es que la gente en México, como ha descrito Amado Nervo, es una Raza de Bronce, un mix de genes españoles y aztecas, y negar esto es negar lo que se mira. Extraigo algunos versos del poema que lleva este mismo nombre:
Y un espectro de aquéllos (…)
me dijo con voces resonantes
y en una lengua rítmica que entonces
comprendí: —“¿Que quiénes somos? Los gigantes
de una raza magnífica de bronces”.
Y el fantasma postrer llegó a mi lado:
no venía del fondo del pasado
como los otros; mas del bronce mismo
era su pecho, y en sus negros ojos
fulguraba, en vez de ímpetus y arrojos,
la tranquila frialdad del heroísmo.
México es tierra de volcanes, México es tierra de hombres de bronce y el bronce es un cuerpo metálico tenaz y sonoro. México es tierra de héroes.
Así quiero a mi patria y así veo clara y nítida su definición: mi patria es riqueza y es pobreza, mi patria es dolor y es fortaleza, mi patria es quien me dio vida y acogida, mi patria me grita que la viva, que la quiera y que la cuide. Hay muchas historias de mexicanos, héroes enaltecidos, los más escondidos, pero hay que descubrir los héroes, incluso hay que desear ser héroes.
En este mes que ensancha el alma, quiero invitar a que seamos lo que somos: mexicanos con dolores, mexicanos con esperanza, mexicanos deseosos de valores que nos disponemos a ser esa raza de bronce fuerte, que debe y que puede ir mitigando lo que duele e ir engrandeciendo a México en todos sus colores y esplendor. ¡Feliz mes patrio!
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