Y la Gente que mejor no Vota le Canta el Réquiem al PRI

** Los Dados de Dios.

/ NIDIA MARIN /

La democracia de baja calidad en México es una realidad. Los índices de confianza de los ciudadanos también. Más, es algo lamentable que se distribuye por América Latina en los partidos políticos. Si en los primeros años del siglo XX estas instituciones estaban por debajo del 50 por ciento de popularidad y, hoy, de acuerdo a mediciones, están de lágrima…muy por debajo del 40 y hasta del 30 por ciento.

México no se escapa. Y las consecuencias son desesperanzadoras para aquellos militantes o simpatizantes del partido que rigió los destinos de los habitantes de la República Mexicana durante buena parte de los 76 años que acaba de cumplir.

Es lamentable: el PRI surgió como rechazo al caudillaje posrevolucionario y, de ser real su partida del escenario competitivo nacional, “morirá” por la acción de un caudillo nacido en sus filas, educado políticamente por priistas y ejerciendo un gobierno prácticamente calcado de aquellos del tricolor en el siglo pasado.

Pero los de entonces eran otros tiempos: rifaba el corporativismo de Estado y el general Lázaro Cárdenas, como presidente de México hizo que convergieran en el Partido Revolucionario Mexicano los principales sectores de la sociedad: nacía el partido hegemónico.

Y el mismo se consolidó unos años después cuando en 1946 se creó una ley electoral federal que facultaba al secretario de Gobernación a organizar y supervisar los procesos electorales, así como decidir cuáles partidos podían operar legalmente.

Fue entonces que una tercia de partidos, finalmente confundidos en uno (PRN-1929-, PRM -1938-, PRI -1946-) surgió y aseguran que al final del mandato de Manuel Ávila Camacho se ligó absolutamente al Estado Mexicano.

Sí, en la Asamblea Nacional instalada en el Cine “Metropolitan”, el 18 de enero de 1946 nació el Partido Revolucionario Institucional (hace 76 años).

En sus Estatutos, el artículo primero señalaba (¿señala?):

“El Partido Revolucionario Institucional es un partido político nacional, popular, democrático, progresista e incluyente, comprometido con las causas de la sociedad; los intereses superiores de la Nación; los principios de la Revolución Mexicana y sus contenidos ideológicos, así como los derechos humanos plasmados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que se inscribe en la corriente socialdemócrata de los partidos políticos contemporáneos”.

Más, antes de que cumpla su centenario, todo indica que está diciendo adiós. Y pareciera que no tiene quién lo defienda.

Realmente lo que hoy sucede, son polvos de aquellos lodos, los del siglo XX, pero también se suman las graves situaciones en el siglo XXI, producidas por la ausencia de gobernanza, las crisis económicas, los denominados “neopopulismos” y los nunca bien ponderados “outsiders” de la política, entre otros males.

Hoy, enfrenta severos problemas derivados de los procesos electorales. En el más reciente, efectuado el reciente domingo 5 de junio en seis entidades de la República Mexicana quedó en tercer lugar en algunos sitios y en cuarto en otros.

Este partido que, en el siglo XX logró recuperarse de dos crisis: la falta de legitimidad debido a los hechos sangrientos de 1968 y las crisis económica y política de 1976, que perdió la Presidencia de la República (su razón de ser) de los años 2000 al 2012 y la recuperó sólo un sexenio, para volver a perderla en 2018, hoy vive su peor crisis.

Dicen los estudiosos: “…en el pasado el PRI se distinguía por: una relación de subordinación hacia el ejecutivo, una estructura sectorial, una ideología ambigua como nacionalista revolucionaria, un predominio de los gobernantes sobre los parlamentarios y dirigentes partidistas, un financiamiento amplio y seguro, una condición hegemónica del partido…”

Hoy, todo indica que desde una parte de su dirigencia sigue habiendo subordinación hacia un Ejecutivo ajeno. ¿O la hubo?

Los hechos son que los triunfos de un partido (muy similar al tricolor) en varios estados del país, las traiciones de gobernadores emanados del propio PRI (Murat, de Oaxaca y Fayad, de Hidalgo), y una dirigencia rechazada por la mayoría (el insufrible “Alito”), lo están obligando a quedar rezagado.

Hoy, la existencia misma del partido está en entredicho, una vez más. Y ya le cantan el “réquiem” al no observarse alguien que pudiera ser el conductor de las masas tricolores, por cierto, muy mermadas (muchas se pasaron al partido guinda).

Es posible que la clave de lo que sucederá con el Partido Revolucionario Institucional se ubique posterior al 4 de junio de 2023, cuando se efectuarán las elecciones en los últimos bastiones del priismo: el Estado de México y Coahuila.

¿Serán la fecha de la tragedia?

Ambos bastiones nunca han sido gobernados por un partido distinto al Revolucionario Institucional. Sí los pierden, los dirigentes del tricolor estarán escribiendo la lápida para su partido, misma que, por cierto, Ya tiene algunos borrones de otras ocasiones.

¿Lo permitirán?

¿Es la suerte de los partidos históricos?

Una pregunta es si le cancelarán el registro, como ocurrió recientemente a: Fuerza por México (29-octubre-2020), Redes Sociales Progresistas (19 de octubre de 2020), Partido Encuentro Solidario (4 de septiembre de 2020).

Otra sería: ¿sobrevivirá una vez más?