Yo acuso

Denise Dresser

Yo acuso al gobierno de mi país por la falta de voluntad de proteger a la población de la pandemia, dejando morir a miles, empujando a millones al contagio, la ruina financiera y el hambre. La profundidad de los errores, la necedad de la “estrategia” y la magnitud de la estulticia son difíciles de conceder. Apenas hace unos días, la Secretaría de Salud presentó un reporte sobre el “exceso de mortalidad” con 122,765 muertes durante la crisis de Covid-19, sugiriendo que la cifra oficial de defunciones podría ser mucho más alta. Animal Político informa que en solo 4 meses -entre abril y julio de 2020- México ha reportado 130 mil más fallecimientos que en 2019. Quienes, como el Presidente, insisten en que “ya domamos la pandemia”, “ya pasó lo peor”, “ya vamos saliendo” mienten. No hay otra manera de describirlo. Mienten.

Yo acuso al gobierno de mi país de haber desperdiciado casi toda oportunidad para contener al coronavirus, a pesar de contar con meses de anticipación para prepararse mejor. Por la lentitud de su respuesta y el uso del “modelo Centinela”, que le dio al Covid-19 la capacidad de expandirse rápidamente. Por la falta de preparación, protocolos, entrenamiento sobre el uso de ventiladores, y compra de equipo de protección destinado a miembros del sector salud. Por la falta de apoyos financieros directos a las pequeñas y medianas empresas y al sector informal, que ha obligado a tantos a salir a la calle a ganarse la vida, corriendo el riesgo de ser contagiados o perseguidos por la policía, puesta a criminalizar el ambulantaje. Por la desinformación propagada por López Obrador, López-Gatell y las autoridades sanitarias. Miles de muertes eran prevenibles. En México la Cifra de Fatalidad por Caso ronda en 10.7%, cuando la tasa mundial es 3.3%. En México, ha muerto más personal de salud por Covid-19 que en cualquier otra parte.

Yo acuso a López-Gatell de haber colocado la lealtad política por encima del conocimiento científico, para complacer al Presidente. Asimismo, el gusto por los repentinos reflectores y la novedosa popularidad, ha convertido su conferencia informativa en un espectáculo de manipulación, edición de cifras, politización, ataques a la prensa y a los “adversarios”, deslinde de responsabilidades gubernamentales y foro para señalar culpables de manera deshonesta. Ni la corrupción, ni las comorbilidades, ni el consumo de comida chatarra, ni el imperialismo alimenticio son razones suficientes para explicar una reacción gubernamental tan catastrófica. Ni todas las piruetas verbales del subsecretario esconden su sinrazón sobre el cubrebocas, o por qué no es necesario hacer pruebas, o rastreo de contactos, o aislamiento de contagiados. La sub-ocupación hospitalaria no es señal de éxito en la contención; es indicador de que 8 de cada 10 personas mueren antes de ser conectadas a un ventilador, o fallecen antes de llegar a un hospital, o mueren rápidamente por los malos cuidados ahí, liberando camas y proveyéndole al gobierno cifras tramposas que presumir, en vez de métricas mortíferas que explicar.

Yo acuso al gobierno de mi país de haber convertido a México en un país de crematorios al tope y ataúdes al por mayor. Hoy ocupa el cuarto nivel mundial en número de defunciones, aunque el número es mayor por la falta de pruebas, como señala The Wall Street Journal, en un reportaje sobre la escasez de actas de defunción. El objetivo de los posicionamientos de AMLO y López-Gatell ya no es informar o prevenir o contener. Es negar. Ya no es ampliar el número de pruebas o exigir el cubrebocas obligatorio o pedirle a la población que acuda a los hospitales antes de que sus síntomas sean demasiado graves. Es distraer.

Yo acuso al gobierno de mi país de apostarle de facto a la “inmunidad de rebaño”: dejando correr la pandemia con la esperanza -científicamente refutada- de que el número suficiente se infecte, se cure, y así pare la propagación. Eso equivale a admitir que el lopezobradorismo ha decidido imponerle una sentencia de muerte a más de 200,000 mexicanos, y abandonar los cuidados intensivos a la economía enferma. Eso viola las obligaciones constitucionales del Presidente al condenar a tantos a la muerte y a la miseria. Y podría ser políticamente irrelevante para una popularidad a prueba incluso del Covid-19, pero es destructivo para México. Es pésimo para los pobres. Es inhumano. Es criminal.

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