Gente Como Uno.
Mónica Garza.
El estado de Guanajuato lastimosamente en pocos años y a la vista de todos, se ha ido convirtiendo en uno de los más violentos del país. Se terminaron aquellas largas caminatas bajo la luna a la media noche en San Miguel de Allende o en el marco del Festival Cervantino, con esa libertad y seguridad que sólo parece quedar en el recuerdo.
Hace menos de diez años Guanajuato estaba lejos de ser un lugar inseguro y mucho menos violento. En 2012 ocupaba el sitio número 14 de las 32 entidades en número de homicidios (Inegi).
Pero para el 2018 ya se había descompuesto lo suficiente como para convertirse en el estado más asesino del país, título que solo ha ido afianzando en lo que va de este segundo semestre de 2020.
El brutal asesinato del periodista Israel Vásquez, el lunes pasado en Salamanca, Guanajuato, durante el ejercicio de su labor informativa y los hechos y declaraciones de funcionarios locales que le siguieron, hicieron más honda la herida en esa tierra tan fértil para el crimen organizado, y donde pareciera que algunos funcionarios se organizan para ayudarles.
Los dichos de la Alcaldesa de Salamanca, Beatriz Hernández Cruz, en la fatídica conferencia de prensa en la que prácticamente responsabilizó al reportero de 34 años de su propia muerte, al no haber sido —según ella— “más consciente respecto a la hora y el lugar al que había decidido asistir para cubrir el suceso”, indignaron al gremio del país entero.
Hasta ahora la funcionaria no ha ofrecido ninguna muestra de humildad en reconocimiento de su error, y por supuesto tampoco ha tenido ninguna consecuencia política por su actuar.
Lo que la convierte en una de las agresoras de periodistas dentro de la estadística de las 406 agresiones contra comunicadores registradas durante el primer semestre del 2020, donde el 50% fueron cometidas por funcionarios públicos, como ella.
Y es que si no hay consecuencia, es como otorgar un permiso para agredir periodistas en este México donde durante el primer semestre del 2020 la violencia contra la prensa aumentó un 45%, registrándose una agresión cada 11 horas, que va desde las amenazas, hasta el extremo de la muerte.
De acuerdo a lo documentado por la organización Artículo19, se han registrado 16 asesinatos de periodistas en posible vínculo con su labor en lo que va del presente sexenio, superando los 9 casos que ocurrieron en el mismo periodo de la anterior administración.
México es el país más letal del continente americano para ejercer el periodismo, comparado con otros como Cuba, Nicaragua, Venezuela o El Salvador, que no son precisamente ejemplares de una democracia que garantice el libre ejercicio informativo.
Periodistas se manifiestan frente al palacio municipal de Salamanca, Guanajuato, por el asesinato de Israel Vázquez, el martes pasado.Foto: Tomada de Twitter
Hoy estados como Tamaulipas o Zacatecas registran pocas agresiones contra comunicadores y no porque no las haya, sino porque “la prensa ya no está cubriendo temas peligrosos porque ya los mataron, ya los desaparecieron, ya los secuestraron por muchos años, y ya entendieron cómo va el juego”, me dijo Leopoldo Maldonado, Director de Articulo19 en México y Centroamérica.
Según cifras del Gobierno Federal, en Guanajuato van 3,438 personas asesinadas al corte de septiembre pasado, además, el Informe de la organización Data Cívica y la Universidad Iberoamericana, sobre la situación de fosas clandestinas en la entidad, arroja que de enero de 2009 a julio de 2020, se identificaron 109 fosas clandestinas, de las cuales han sido exhumados 268 cuerpos humanos, sin contar más de 60 restos que corresponden a hallazgos del último mes.
Evidentemente la situación en dicha entidad está rebasada, sin embargo, la responsabilidad también es de la Federación, porque la protección a la prensa es una obligación que debe ser coordinada por los tres niveles de gobierno.
Desafortunadamente eso no sólo no está ocurriendo, sino que además se ha sepultado a las instituciones que se encargaban de cubrir sus deficiencias.
Se desmanteló el Mecanismo de Protección a Periodistas y Personas Defensoras de Derechos Humanos que existía gracias a un fideicomiso que fue desaparecido este mismo año, echando abajo una labor que salvó muchas vidas durante ocho años.
Hoy ya no podrá hacerlo, porque al parecer las vidas de los periodistas no merecen tanta atención, ni el gasto, vaya, ya ni una disculpa por hacerlos responsables de su muerte violenta en el ejercicio de su trabajo…