/ Clara Scherer/
Conocemos la historia de un grupo de mujeres, primero muy pequeñito, que, a través de la reflexión sobre sus experiencias y sentimientos, se hace sufragista para realizar el cambio democrático más grande del siglo XX: la igualdad política de mujeres y hombres. Base de la democracia moderna. Las sufragistas. Aquí, unas cuantas personas lograron la creación del INE.
Como repiten, es muy importante saber de dónde venimos: la opresión que tuvo confinada a la población femenina. ¿A dónde vamos? Hacia una nueva visión social para la humanidad. Ellas enfrentaron insultos, ostracismo, excomunión, incluso, muertes. Demostraron capacidad para la poesía, para cultivar la tierra, para opinar sobre política. Triunfaron: somos y valemos lo mismo, en tanto seres humanos. Sea versión femenina, versión masculina o en otras. Aquí, la democracia también costó vidas.
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Emmeline Pankhurst, una de las fundadoras del movimiento, hizo de su vida, una meta: lograr el voto para las inglesas, para la conquista de la igualdad de derechos. En una conferencia en los Estados Unidos, dijo: “De acuerdo con lo que han decidido los tribunales de justicia de mi país, no tengo ningún valor para la comunidad; debido a mi estilo de vida, se ha juzgado que soy una persona peligrosa, por lo que debería estar bajo pena de trabajos forzados en una prisión”. Aquí, quieren que vivamos con miedo.
Peligrosa. Hablaba con verdad, libertad y conocimiento, que le transmitieron sus antecesoras en libros y de su reflexión sobre la desigualdad que la oprimía. Las sufragistas superaron el miedo para demandar sus derechos. Supieron motivar, convencer, tranquilizar, emocionar a sus seguidoras a través del poder de su palabra. Esta gesta femenina es una interesante reivindicación del valor de las palabras, única forma civilizada para persuadir. Aquí, debemos levantar la voz para defender al INE. Debemos imitar el ejemplo: esgrimir argumentos para que la comunidad se sume a la defensa de nuestro sistema democrático, encabezado por el INE.
A la represión gubernamental, las sufragistas respondieron con huelgas de hambre cuando injustamente las encarcelaban y el gobierno les imponía alimentación forzada. A pesar de eso, la narrativa de que el sufragismo era una amenaza a la familia, impidió su aceptación social en sus inicios. Hay que cuidarnos de relatos falaces. El Ejército y su temible debida obediencia.
La sumisión nos obligó a cumplir leyes en cuya elaboración no tuvimos voz. Ya avanzamos, y mucho con la paridad, pero las que ganen cargos deben estar investidas de igual poder para mejorar la situación de todas. Y ese poder es el voto de las personas, a quienes ellas deben responder. Las cúpulas partidarias nos han arrebatado la capacidad de premiar o castigar la actuación de nuestras representantes. Urge recuperar dicha potestad.
Pankhurst fue arrestada siete veces antes de que el sufragio femenino fuera aprobado. Lucharon desde 1870. La Representation of the People Act de 1918 dio el voto a las mayores de 30 años (con muchas restricciones). Tardaron 48 años. Su lema “Acciones, no palabras”. La primera en la Cámara de los Comunes fue Nancy Astor. Sin el voto libre y efectivamente ciudadano, no se alcanzará para nadie la seguridad, la libertad, la igualdad, la económica y la independencia.
En 1999, la revista Time nombró a Pankhurst una de las 100 personas más importantes del siglo XX: “Ella moldeó una idea de mujeres para nuestra época; impulsó a la sociedad hacia una nueva estructura, de la cual ya no habrá vuelta atrás”. La Asociación Mexicana de Mujeres Empresarias tiene como lema: “Solas, invisibles; unidas, invencibles”. Aprendimos. Defendamos con razón y pasión al INE.
Una pregunta inquietante: sobre el velo iraní y la leva rusa, ¿en qué siglo vivimos?