*La idea es entender por qué en Latinoamérica la palabra «feminicidio» tiene más preponderancia que en nuestro país. En esta nota las periodistas Liliana Hendel, Gabriela Barcaglioni y la historiadora y asesora presidencial, Dora Barrancos traen claridad.
Por: Paula Gimenez /diariofemenino.com.ar /
Cada vez que un hombre mata a una mujer por su género, en nuestro país se habla de femicidio. Este tipo de delitos, que figura en nuestro Código Penal desde hace apenas ocho años, es la punta del icerberg de cientos de microviolencias que sucede a diario en la vida de cualquier feminidad.
Abuso, acoso, subestimación, violencia física, violencia psicológica, violencia económica, discriminación por nuestra condición como seres gestantes, violencia mediática, violencia sexual. En fin, muchas pequeñas o grandes situaciones que hablan de la diferencia que aún hoy existe entre nacer mujer cisgénero o mujer trans y nacer varón cisgénero.
Pero en el resto de latinoamérica, se usa otra palabra para definir casi lo mismo: feminicidio. Y decimos casi porque su significado es distinto.
Para entender las diferencias y por qué en nuestro país usamos sólo uno de los dos conceptos, desde Filo.News entrevistamos a las periodistas Liliana Hendel (flamante Secretaria al frente de la secretaría de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidades de La Matanza), Gabriela Barcaglioni y la historiadora y asesora presidencial en cuestiones de género, Dora Barrancos.
Primero lo primero
¿De dónde viene la palabra femicidio? «El término femicidio es un término político que surge en el año 76. Es utilizado por Diana Russell, antropóloga norteamericana que murió esta semana. Ella decía que muchos homicidios son femicidios porque involucra a mujeres, pero que no había una palabra que describa este asesinato, esta política sexual, decía ella, del asesinato», explica Barcaglioni.
Así es. Su origen es ingles, “femicide”, neologismo literario creado en 1801 que significa “asesinato de una mujer”. Fue utilizado por primera vez en un contexto jurídico en el año 1976 en el Tribunal Internacional sobre los Crímenes contra la Mujer en Bruselas por las feministas Diana Russell y Jane Caputi para denunciar formas de violencia extrema contra este género.
Pero si bien al final significa «asesinato de una mujer por ser mujer», lo cierto es que en principio “femicidio” comprendía toda una progresión de actos violentos que van desde el maltrato emocional, psicológico, golpes, insultos, tortura, violación, prostitución, acoso sexual, abuso infantil, las mutilaciones genitales, la violencia doméstica, etc.
«Hay un cierto uso habitual cotidiano que asimila femicidio y feminicidio. Como absolutamente equivalentes, es más, hasta a veces en el orden jurídico, ambos términos pareciera que obedecen a la misma semántica. Pero hay una sutil diferencia. En realidad, femicidio se crea para dar cuenta no sólo de las muertes, Russel lo empleó en un sentido más amplio, no solamente la circunstancia brutal de tal última, sino también ella hablaba de otras fórmulas hostiles antes abusos y, sobre todo, violaciones, que se equiparaba a femicidio», explica Barrancos.
Si bien en nuestro Código Penal hasta el año 2012 el femicidio no era una figura legal, desde los años 70 los feminismos empujan y resignifican este concepto que hoy conocemos y utilizamos para hablar de la máxima expresión del sexismo y el machismo en nuestra sociedad.
«Femicidio, tal como su nombre lo indica, es el asesinato a una mujer perpetrado por un varón por su condición de mujer cisgénero o cuya identidad auto percibida sea mujer», explica Hendel.
«Russel decía que la palabra femicidio era la palabra que permitiría comprender esta situación, esta problemática. Porque son asesinatos de mujeres por parte de hombres, de varones motivados por el desprecio y lo odio, el placer o el sentido de propiedad sobre nosotras», agrega Barcaglioni.
Y bastante razón tuvo. Hoy, en nuestro país, y más allá que este tipo de crímenes suceden desde siempre, las noticias respecto a los femicidios son constantes y el impacto que tiene esta palabra en la sociedad funciona no sólo para darle nombre a un genocidio a cuenta gotas sino, también, para concientizar al respecto.
En Argentina cada 27 horas un varón mata a una mujer en un intento de reafirmación del machismo preponderante. Un acto drástico que busca marcar propiedad sobre la vida de las mujeres y que busca funcionar de forma correctiva. Si vos, mujer, osas querer irte de un vínculo violento, tal vez termines muerta.
«Antes se consideraba una cuestión personal y privada y era cosa de sentido común. También lo decían los medios, que responden muchas veces a esos sentidos comunes y lo decían las leyes. Es más, hace mucho más tiempo los maridos hasta tenían legalmente autorización para matar a su compañera. Y en algunos países esto sigue sucediendo», reflexiona Hendel.
Es que claro, hasta no hace muchos años, y de hecho algunas veces aún se les «escapa», los medios de comunicación a este tipo de delitos lo titulaban como «crímenes pasionales». Con esa elección de palabras, lo que se hace es poner como víctimas de sus propios instintos a los asesinos y se desdibuja lo que realmente sucede que es la perpetuidad de un sistema que ubica por encima la vida y el deseo de los hombres por sobre las feminidades.
¿Y feminicidio?
La diferencia entre estos dos términos es muy interesante y nos habla de algo clave: la responsabilidad y la impunidad. Es la antropóloga y feminista mexicana Marcela Lagarde quien introduce este término en el lenguaje.
Según la autora, el feminicidio comprende el conjunto de delitos de lesa humanidad que reúnen crímenes, secuestros, desapariciones de mujeres y niñas ante un colapso institucional.
O sea, no es un varón en la soledad de su hogar quien descuartiza, quema o aniquila la vida de una mujer sino que hay un Estado detrás que permite, por acción u omisión, que este delito suceda.
La antropóloga y creadora del término ‘feminicidio’ es Marcela Lagarde.
«El Estado tiene responsabilidad por no haber generado políticas públicas adecuadas en términos amplios y en términos particulares en cada caso. Cuando ha habido denuncias que no fueron escuchadas, pedidos de ayuda que no fueron tenidos en cuenta, solicitudes de perimetrales o de métodos como podría ser, por ejemplo, la pulsera, la tobillera, en fin, cualquiera de las de las posibilidades que la ley nos habilita y los protocolos nos permiten, pero que muchas veces no se concretan porque las denuncias no se toman como corresponde, porque la Policía no tiene la suficiente capacitación para recepcionar la denuncia de una mujer que está haciendo victimizada, porque el sistema judicial es inaccesible para muchísimas mujeres que tienen condiciones de vulnerabilidad», explica Hendel.
«El término feminicidio incluye al Estado como protagonista, como generador de condiciones al sostener esas situaciones de vulnerabilidad que hacen posible el asesinato de una mujer. Porque lo que dice Lagarde es que hay feminicidio cuando el Estado no da garantía a las mujeres y no crea las condiciones de seguridad para sus vidas, ni en la comunidad, ni en la casa, ni en los espacios de trabajo, ni en el espacio público», reafirma Barcaglioni.
¿Y no serían todos, entonces, feminicidios? Y acá viene una aclaración importante por parte de Barrancos que puede ayudarnos a entender esa, como bien dice la historiadora, sutil diferencia.
Femicidio es una figura legal, ergo, femicidio no tiene en su concepción el significado de impunidad, cuestión que sí sucede con el término generado por Lagarde. Feminicidio habla de la impunidad estructural que no sólo genera y habilita la posibilidad de ese asesinato sino que, además, no lo resuelve.
«El femicidio es una noción que el propio Estado toma y que efectivamente hace algo al respecto, lo sitúa como delito y hace una actuación para limitar o sancionarlo», explica Dora y agrega: «En cuanto a la palabra feminicidio, supone lo mismo, pero con impunidad. Esta me parece que es la diferencia entre los términos. El femicidio está caracterizado y todo indica que tiene una intervención para hacer cesar o para pulir, el feminicidio, en cambio, es la misma caracterización, pero con con impunidad».
¿Por qué usamos sólo femicidio?
Ante estas definiciones y ahora que se aclaró el panorama respecto a sus usos y significados, ¿estaría bueno que desde el periodismo pongamos foco en el término acuñado por Lagarde?
Es que, así como sostiene Barrancos, es muy importante esa sutil diferencia ya que marca de forma clara y contundente la responsabilidad estatal (no gubernamental ya que son términos que siempre se confunden) respecto a estos crímenes.
«Me parece que señalar la presencia activa de un Estado que está ausente, activamente ausente, es realmente muy importante. Porque las cuestiones que tienen hoy claramente que ver con las violencias machistas, y en este caso una de las peores violencias, que es el asesinato y el feminicidio deben estar diferenciadas», sostiene Hendel y agrega: «Creo que abonar la insistencia de utilizar el concepto de feminicidio pone blanco sobre negro que en el asesinato perpetrado contra una mujer o disidente por su condición, el Estado ha tenido por lo menos una parte de responsabilidad».
Por su parte, Barcaglioni, deja en claro el contexto difícil que era en su momento hablar de estos temas. «Imaginate lo que era en los años 70 intentar utilizar alguno de estos dos conceptos como comunicadora. Fue muy difícil», indica.
«Hoy utilizamos solo femicidio porque creo que se instaló por una cuestión de uso. Le fuimos dando un contenido al término femicidio, que lo asocia directamente al concepto que estableció y que desarrolló Marcela Lagarde. Por eso hay confusión al respecto. Creo que cuando decimos femicidio en Argentina también estamos poniendo en escena al Estado. Fijate vos que el movimiento ni una menos. ¿A quién interpelaba por estos asesinatos? El Estado. O sea, que si bien utilizamos la denominación femicidio, el contenido político en realidad también es feminicidio», reflexiona y finaliza la comunicadora.