/ Eduardo Sadot /
Desde que el ministro – no se si la raíz mini, en este caso sea de diminuto – Zaldívar renunció, despertó sospechas, primero porque con su renuncia le sirvió en bandeja de plata al presidente obrador la oportunidad de nombrar a quien se le diera la gana, tuviera o no conocimientos jurídicos, ahora basta que sean servilmente incondicionales al hombrecito de palacio para ocupar cargos públicos y, como el poder ejecutivo y el legislativo todavía conservan aún una función distinta a su función sustancial – ejecutivo administrar y legislativo hacer leyes – se les otorgó como un pegoste constitucional, la función de nombramiento, fuera de su ámbito de competencia, nombrar a los ministros de la corte, jefes de las fuerzas armadas, responsables de los organismos autónomos y a los embajadores, función que ya estaría bien transferir a un órgano de nueva creación para que realice estas tareas, que pudiera llamarse Junta de Notables Mexicanos, mujeres y hombres, como la junta de gobierno de la UNAM, cuya función sería única y exclusivamente hacer esos nombramientos y terminar de una vez por todas con la simulación de la participación del poder ejecutivo quien al final impone su voluntad.
Al exministro Zaldívar, no le cuadran sus argumentos en un esquema de honestidad intelectual y jurídica, egresado de la Escuela libre de Derecho, para vergüenza de sus egresados y del doctorado en derecho para vergüenza también de la división de estudios de posgrado de la facultad de Derecho de la UNAM. Zaldívar ha prostituido sus principios y valores éticos, si alguna vez los tuvo, al dejarle la oportunidad al presidente de nombrar a sus “siervos de obrador” inclusive sin conocimientos, para el cargo como se ha hecho costumbre en su gobierno, con las funestas consecuencias para las instituciones y para el país. Por otro lado dice un principio legal que es conocido como refrán entre los juristas “a confesión de parte, relevo de prueba” y el presidente obrador declaró públicamente en la mañanera que Zaldívar le había “ayudado” en algunos asuntos durante el tiempo que fue presidente de la Corte, ello abre otra vez la sospecha de oscuros manejos acordados entre ambos, también justifica el enojo del presidente de no haber podido imponer como presidente de la corte a su famosa ministra, que al ser descubierto el plagio de su tesis, la descarriló de la presidencia de la Suprema Corte, pero estuvimos a punto de tener una presidente sin calidad moral.
El tema en la Suprema Corte es que lo que debe caracterizar a los ministros es – además de sus conocimientos – su intachable conducta y su calidad moral, que en el caso de Yasmín Esquivel continúa en el cargo a pesar de su evidente deshonestidad intelectual. Seguramente a los “favores” a los que se refiere el presidente estuvo también el operar a favor de nombrar presidente a Yasmín Esquivel en lugar de Zaldívar.
Zaldívar durmió un día apartidista – dice – y otro día ya sin ser ministro amaneció morenista, no señor ministro, seamos serios, no sabemos desde hace cuánto tiempo ¡usted! Ha operado y sesgado su intervención a favor de MORENA y eso lo inhabilita de tener calidad ética y menos moral. Cuanto tiempo engañó a los que se dejaron engañar y ahora va recorriendo los medios como plañidera, desgarrándose la “toga” victimizándose y acusando que hay un “compló” sí faltaba más “compló” hablando usted “congruentemente”, con la 4T – cuarta tiranía – cuando en el fondo, arde en usted el odio hacia su empleo anterior, por no haber podido entregarle al Ejecutivo la presidencia de la Suprema Corte, éticamente, cómo verá a los ojos a sus descendientes, mientras “moralmente” sigue cobrando – eso sí religiosamente – su jugoso retiro, de la “austeridad republicana” apuñalando a la patria.
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