Gobernar con el ejemplo.

ALHAJERO.

Marta Anaya.

Yo no te voy a decir qué hacer o cómo hacer las cosas. Yo gobierno…, yo pongo el ejemplo, le dijo el Presidente

En una sobremesa —es un decir, porque él suele comer poquísimo si es que prueba bocado—, Jaime Bonilla, gobernador electo de Baja California, se defendía y defendía a su vez a López Obrador:

-¡El Presidente no interviene para nada! No al menos en mi caso… —refutaba.

El tema, evidentemente, tenía que ver con el conflicto que trae de si fue electo para gobernar dos años o cinco.

De nuestro lado, alegábamos que el jefe del Ejecutivo había dejado correr el asunto, que Andrés Manuel no se había mostrado —hasta ese momento— muy claro en la posición que tenía al respecto y que ello había propiciado se llegara a hablar de un “ensayo de reelección”.

Bonilla aseguraba lo contrario. Nosotros insistíamos que el tabasqueño sí tomaba posición —o al menos la dejaba entrever— fuese por comisión o por omisión.

En el calor de la discusión, el bajacaliforniano comentó incluso que la noche anterior había platicado con el Presidente y que —palabras más, palabras menos— le había dicho: “Yo no te voy a decir qué hacer o cómo hacer las cosas. Yo gobierno…, yo pongo el ejemplo”.

Se hizo el silencio. La frase traía un peso especial.

Como si se tratara de una caja registradora, cayeron las monedas. La imagen de Claudia Sheinbaum y su imitación a la acciones de gobierno del Presidente, cruzó ante nosotros.

Seguramente lo mismo le dijo López Obrador. A ella y a los distintos mandatarios electos bajo las siglas de Morena. Él pondría el ejemplo.

Ya tocaría a cada uno decidir qué tanto seguían su ejemplo o qué tanto seguían su propio andar.

Viéndolo desde esa perspectiva y de las clásicas ganas de quedar bien con el señor Presidente —trátese de gobernadores o funcionarios de su mismo partido o de otros colores—, no es de extrañar un mimetismo —en ocasiones aberrante— entre los miembros de su equipo.

Cierto que es preferible la prédica del ejemplo en sus acciones, a los “clones” que se formaron con Enrique Peña Nieto. ¿Los recuerdan? Unos seguían su look, su imagen de niño bonito encopetado, como el jalisciense Aristóteles Sandoval y el mexiquense Alfredo Del Mazo.

Otros quisieron emular su caminito hacia la silla presidencial, con una imagen juvenil y una historia de amor de telenovela, al estilo del chiapaneco Manuel Velasco (quien, por cierto, muy ambicioso lució políticamente frente a AMLO y eso le costó)

Algo más sofisticado, el fallecido Rafael Moreno Valle se echó a andar por el camino de las alianzas apoyando económicamente desde Puebla a cuanto gobernador pudo. Iba muy bien, pero la parca se le atravesó.

Valga todo lo anterior para preguntarnos si el camino al Palacio Nacional se forja siguiendo el ejemplo, o si se abrirán las puertas a alguien con personalidad propia.

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