DE FRENTE Y DE PERFIL.
RAMÓN ZURITA SAHAGÚN.
Se desconoce, hasta el momento, si la presencia activa en política de Vicente Fox Quesada dejará algún saldo favorable para el panismo o simplemente contribuirá a cavar más profunda la tumba de este partido que no encuentra el rumbo por el que debe transitar.
Durante varias décadas el PAN fue una especie de consciencia nacional, donde muchas de sus reflexiones eran válidas para analizar lo que venía sucediendo en torno al desarrollo del país.
Con el PAN en la Cámara de Diputados se acuñó la frase de “la oposición gana los debates, pero pierde las votaciones”, en un amplio reconocimiento a las voces sensatas de muchos de sus representantes, excelentes tribunos y buenos para el debate.
Con el paso de los años, los panistas perdieron parte de sus valores, dejaron que elementos extraños se colaran al partido, fueran copando los cargos de elección popular, hasta apoderarse de los cargos de dirección. Fueron parte de aquellos que el columnista Gustavo Mora, catalogara como de apellidos coñaqueros.
La década de los 80 fue permisiva para esos personajes que pervirtieron al PAN y consiguieron que de ser un partido autonombrado humanista se transformaran en un organismo ávido de poder.
Así fue como apareció el personaje caricaturesco de Vicente Fox Quesada, quien sin tener tatuados los colores de Acción Nacional, pronto se convirtió en su abanderado a diputado federal, candidato al gobierno de Guanajuato y finalmente se apoderó de la candidatura presidencial, dándoles el resonante triunfo en los comicios del año dos mil, lo que permitió arrebatarle el poder a los sempiternos priistas ganadores de elecciones, por las buenas o por las malas.
Fox Quesada nunca fue un panista como tal, aunque usó sus colores para ganar elecciones, tanto así que no refrendó su militancia, aunque tampoco renunció su membrecía, pero si apoyo a candidatos de otros partidos que derrotaron a los del partido que lo avaló en todos sus cargos de elección popular.
Las promesas de campaña de Vicente Fox no se cumplieron, no terminó ni en quince minutos ni en los seis años de su gobierno con la rebelión zapatista, tampoco limpió de alimañas la política y dejó todo tal y como lo encontró.
Con su esposa Marta Sahagún Jiménez formaron la pareja gobernante, pero no pudo impulsarla como su sucesora o dirigente del PAN o siquiera dejarla insertada como legisladora, nada de eso pudo, ante la reciedumbre de los órganos electorales de su partido.
Terminó peleado con muchos de los actores principales del partido y se refugió en el Centro Fox, desde donde lanza sus filípicas que nadie toma en serio y recibe el rechazo de los participantes en marchas y plantones a los que ha querido sumarse.
Fox Quesada, es catalogado como un personaje locuaz y ocurrente que reapareció ahora en los festejos del 80 aniversario de la fundación de Acción Nacional y que ante los escasos personajes con presencia mediática tratará de encabezar a una oposición que no encuentra la ruta para recuperar el prestigio perdido hace tiempo.
El Ex Presidente de México pretende ser contestatario a la administración presidencial de Andrés Manuel López Obrador, sin que sus palabras resuenen más allá de su pequeño coto. Mal hará el PAN en permitir que se la voz del partido, la de quien intente cuestionar los errores del actual gobierno, porque lo más seguro es que nadie lo tome en serio.
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