El macho amurallado,

Guadalupe Loaeza

Nunca me había sentido tan cerca de las mujeres como este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres. Será porque nunca como ahora me he sentido tan dolida, especialmente, hacia el gobierno de la 4T, un gobierno insensible, ambiguo e hipócrita. Ayer 8 de marzo, desde que me desperté, me sentí agraviada, violada e ignorada por un Presidente que, cada día que pasa, se aleja más de las ciudadanas mexicanas. “Él no es mi Presidente”, me dije sumamente desconsolada. Claro, este distanciamiento con el sector de mujeres, a él, lo deja sin cuidado. Tal vez la única que lo apoya en este sentido sea su esposa, la no-primera dama, a quien hace unos días le preguntó, López Obrador: “oye… qué es eso de ‘rompe el pacto’?”. Y ella le respondió: “rompe el pacto patriarcal, deja de estar apoyando a los hombres”. ¿Por qué la doctora no le contestó de una forma más explícita: “…deja de estar apoyando a Félix Salgado Macedonio”? Ya me imagino el conflicto de pareja que hubiera provocado dicha propuesta. No. No, Beatriz Gutiérrez Müller no le transmitió la inquietud de centenas de mujeres, incluyendo las morenistas, respecto a la candidatura de un violador. ¿Por qué no lo hizo? Porque, a lo mejor, también ella está de acuerdo con el apoyo a Félix Salgado Macedonio. El caso es que la supuesta explicación de Gutiérrez Müller no sirvió de nada y quizá hasta confundió aún más al Presidente, y quizá entendió “…quiere decir rompe con las feministas”, de otro modo, una no se explica por qué mandó amurallar El Palacio, nuestro palacio, el de todos los mexicanos. ¿Con qué derecho se apropió del edificio público más importante de México? ¿Quién le dijo que era suyo y que podía hacer con él lo que quisiese? Estoy segura, que Salgado Macedonio cuenta con una habitación, para cuando venga a México, ya como gobernador de Guerrero, y se pueda alojar en Palacio, sin problema.

Algo me dice que las mujeres que conforman el gobierno de la 4T le tienen pavor al macho autoritario y conservador que vive en Palacio. La secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, dijo: “El respeto irrestricto del derecho de las mujeres a vivir sin violencia es condición necesaria para un representante popular”. ¿Por qué entonces no ha renunciado a su cargo ante la inminente candidatura de Félix Salgado Macedonio, a sabiendas que es un violador? ¿Dónde dejó sus convicciones como supuesta apoyadora de las mujeres? ¿Por qué cuando era ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Sánchez Cordero era mucho más echada para adelante y más contundente en sus posturas? No, ninguna secretaria de Estado osaría renunciarle a AMLO por motivos feministas. “No, no qué barbaridad, no se vaya a enojar, mejor no lo contradigo. De lo contrario me expongo a que me haga la ley del hielo. No, no me quiero exponer…”, han de pensar como suelen hacerlo las esposas que llevan años casadas, gracias a que han optado por no hacer enojar al señor de la casa. “Ya ven en qué estado de furia se pone su papá si se le hace la mínima observación. Hay que llevar la fiesta en paz y decirle que sí a todo”, le han de decir a sus hijos. Estas mujeres tan temerosas tienen razón porque saben que no se le puede contradecir, ni contrariar, ni poner en duda lo él dice o hace. El macho quiere tener siempre la razón, su palabra es la ley y detesta cualquier tipo de confrontación: “Tienes razón, Andrés Manuel. Tienes un colmillo político impresionante. ¿Cómo haber dudado de tu estrategia tan acertada? Por algo votaron por ti más de 30 millones de mexicanos. Manda a poner el muro, nosotras tus ministras te apoyamos cien por ciento”.

Lo que ignoran estas secretarias de Estado es que con esa actitud tan sumisa frente al mandatario, se están desdibujando cada vez más. Se están quedando sin convicciones propias. Es evidente que su supuesto feminismo nada más es de dientes para afuera. Eso es exactamente lo que está sucediendo con Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno, se está haciendo bolas cada vez que opina acerca del tema de feminicidios, desapariciones y violencia de género en la Ciudad de México. Terminaremos por no creerle y, lo que es peor aún, Claudia no se creerá a sí misma.

Qué solo se ha de sentir el macho amurallado, desenmascarado, en su Palacio, qué miedo ha de sentir a pesar de los militares que lo cuidan con sus equipos cazadrones y qué confundido ha de estar por los casi 200 mil muertos por Covid-19. “Y todo por culpa de los conservadores…”, se repite una y otra vez mientras mira, a través de la ventana, un Zócalo cuyo “muro de la vergüenza” aparece totalmente destruido.

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