*Raúl Zibechi.
Megáfono en mano, la mujer grita: “Los vemos como lo que son, una organización terrorista. ICE (Servicio de Inmigración y control de Aduanas), fuera de Paramount. No son bienvenidos aquí”. Junto a ellas, otras mujeres enarbolan banderas de Estados Unidos y de México, además de pancartas, que rechazan las redadas y expulsiones, rodeados de nubes de gases lacrimógenos lanzados por la Guardia Nacional desde sus vehículos acorazados.
Mientras esto sucedía en Los Ángeles, el presidente Trump envió dos mil soldados. Pero los manifestantes plantaron cara a los agentes de ICE y de la policía de inmigración, con un saldo de más de 50 detenidos en dos días, provocando una crisis política ya que las autoridades locales rechazan las decisiones del gobierno federal.

La cacería de migrantes, el ICE estaba persiguiendo literalmente a la gente por la calle, provocó la reacción popular y a su vez mostró las fisuras de las instituciones estatales, ya que los jefes de policía de la ciudad y el condado de Los Ángeles se han desmarcado de las acciones afirmando que sus subordinados no participaron en las detenciones. En algunos casos los manifestantes rodearon las dependencias estatales donde los migrantes estaban siendo traslados en autobuses.
El epicentro de la revuelta migrante es la ciudad de Paramount, localidad de 51.000 personas en la que ocho de cada diez personas son de origen latino. Desde la cercana Los Ángeles, contactamos a Lucrecia, migrante indígena mexicana que nos acerca sus reflexiones.

“Lo que estamos viendo en las calles es el descontento de muchísimas personas contra este gobierno fascista. En los dos últimos años ha sido importante ver cómo la comunidad migrante y otros sectores de la sociedad de este país han salido a tomar las calles. Todas las protestas del año pasado contra el genocidio en Palestina son muestra de este hartazgo de la gente. Lo que vemos es la fuerza y el coraje de los jóvenes que sí tienen papeles, pero se rebelan contra el actual estado de cosas”.
Desde los campamentos del año pasado, dice Lucrecia, “me impresionó cómo cuidaban a la gente que no tenía documentos, y ellos son ahora los que están saliendo en las calles y se los cuida para evitar que los deporten. Esta solidaridad que está naciendo desde el año pasado, el cuidado de las personas más vulnerables, es algo notable. Los que ponen el cuerpo en la calle son ciudadanos con papeles que están en contra de la política de Trump”.

Cuando la consultamos sobre el papel de los diferentes sectores, géneros y generaciones, dice: “Las mujeres y los jóvenes han sido fundaméntales en este proceso. Hay una generación de jóvenes y adultos que sus padres migraron y ellos nacieron aquí, que son la inmensa mayoría de los que están en las calles. Están aprendiendo juntos los jóvenes con personas de 40 a 60 años, y no es casualidad que esto suceda en Los Angeles porque aquí hay una historia de resistencia que les permite ampliar el horizonte de sus luchas, porque los jóvenes están aprendiendo de las luchas del pasado, y ahora hablan de fascismo, de racismo, de colonialismo, y eso los lleva a no ver su lucha como algo aislado sino conectada con lo que sucede a nivel internacional”.
Lucrecia está convencida que lo que viene sucediendo en California es muy similar al escenario que habitualmente vemos en América Latina. La gente sigue saliendo, los confronta y no les tiene miedo. Porque el miedo se debe a la fuerte presencia del Estado, pero la gente sabe que es el momento de organizarse y de tomar las calles. La mayoría de las personas que esta en la calle tiene solucionada su situación migratoria. Esto es muy importante porque no pelean por algo personal, sino por la dignificación de los trabajos y de la vida”.

Por último, la consultamos sobre la continuidad de las protestas, porque en otras ocasiones se han producido estallidos que luego se apagan. “Es muy difícil sostener protestas en este país. Luego de las enormes manifestaciones por Palestina ya no se habla nada, y no se menciona cómo el Estado reprime forma muy profunda. Pero la represión no va a frenar lo que ya se desató. Esto no se va a frenar, aunque la forma como reprimen es devastadora. No, no hay forma de parar esto. La gente sabe de las consecuencias pero igual sigue”.