Gansadas

Carlos Ferreyra.

El Pejevirus.

Me temo que hasta al virus 19 o como lo quieran llamar, le da miedo entrar de lleno a México ante el riesgo de topar con el presidente Andrés Manuel López Obrador o, lo más aterrorizante, con don Galimatías, un médico de apellido Gatell y de antecedentes turbios. O cenizos.

Entre el mandatario y su voz científica, han elaborado una interminable lista de remedios, razones y causas que resultan sorprendentes por inéditas.

Gatell es conocido como el Ave Fénix o el Zopilote sin mancha. En el primer caso se trata de un pajarraco que se quemaba pero después de cierto tiempo prudente, renacía de sus cenizas. Es mitológico.

Del zopilote nos remitimos a Salvador Díaz Mirón, su elegía A Gloria y su mención a qué hay aves que cruzan el pantano y su plumaje no se mancha. Mi zopilote es de esos dirá el poeta.

Hemos, y aquí generalizar es válido, criticado la insolencia con que se maneja la información desde el púlpito del Palacio Virreinal. Con absoluta inconsciencia se descalifican las más elementales medidas de protección y se siguen estimulando las reuniones masivas… siempre y cuando en el centro esté don Peje.

Gatell estuvo en 2009 al frente del combate a la epidemia del AH1N1, y fue responsabilizado de la expansión del mal por desinformado, inculto y trabado a la hora de tomar decisiones.

Como suele suceder con los feligreses de la Iglesia Universal del Santo Pejelagarto, el sujeto al que debieron fincar responsabilidades por las muertes causadas, fue relevado y oculto en un cargo de tercer nivel, pero con sus emolumentos al corriente.

Hoy resurge de sus cenizas y como mayor aportación al problema explica la calidad divina de AMLO y por consecuencia su imposibilidad de enfermarse y de contagiar.

Con don Peje toma en fracciones lo que circula en las redes y, por ejemplo, de joven mexicano hoy español y habitante de las islas del sur, de Tailandia, larga residencia en China, asume esta verdad: en el barrio (aquí el nombre) donde habitan mis padres y en (aquí otro nombre) donde estoy viviendo antes de emprender viaje, no hay enfermos, son barrios de gente con recursos. Se enferman los pobres…

A esta declaración que suscribiría gustoso cualquier capo nazi, se suma la mención de Trump. El virus muere cuando la temperatura alcanza los 26 grados. O sea sálvese Cancún, Acapulco y hasta Cuernavaca.

Después de una reunión del gabinete de Salud, como es usual salió a la palestra el mandatario quien anunció que adelantará cuatro mensualidades a los carcamanes que hemos sido, digámoslo así, beneficiados.

No quiero evadir el hecho de que en calidad de personas deberíamos agradecer el tierno gesto del Gran Tlatoani. Pero no, porque no es su dinero sino mío y de los demás que lo recibirán después de una prolongada vida de servicio, laboral.

Como no es posible tomar en serio estos desplantes, anunciados como si se tratara del cuerno de la abundancia en la casa de cada quien, reiteraré mis girados recursos vía magnificencia, los emplearé para viajar a la Costa Azul en Francia. Mi única preocupación es si me muero antes de desquitar el adelanto, el gatillero del SAT ejecutará fiscalmente un familiar o me impedirá como en tiempos inquisitoriales, que me entierren en tumba consagrada.

Es curiosidad o sencillamente entraré en el listado de abusivos hijos de la gran burguesía que se apropiaron de fondos públicos perjudicando así los nobles proyectos sociales de YSQ.

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