Independencia sin libertad .

 

/ Por Inocencio Yáñez Vicencio. /

— Cuando se hace pasar ciencia por ideología.

— Se hace ciencia, cuando además de sistematizarse, se toman en cuenta relaciones, correspondencias, nexos entre las singularidades.

— No existe ciencia social neutra, porque elegir tema es valorar.

— A veces es más importante la elección del tema que el método.

— La ciencia histórica  tiende a sesgarse porque selecciona predominantemente los datos que confirman la hipótesis.

— La plausibilidad de una investigación no depende de los títulos que acredite un investigador sino que se atenga al resultado estrictamente en lugar de legitimar y justificar intereses.

— El poder no puede mantenerse únicamente por la fuerza, necesita de una ideología para que la obediencia se convierta en un deber.

— Todas las clases sociales tienen intelectuales orgánicos.

— Los partidos y grupos defienden las ideas, símbolos y personas ligadas a los intereses que abrazan.

— Quienes atacan a Juárez por haber dado un paso importante para hacer circular los bienes clericales y comunales, que redundó en el desarrollo de un mercado nacional y un mercado laboral, están atacando la eliminación de las trabas que provocaron que México llegara tarde al desarrollo del capitalismo e invocan el retorno al colonialismo.

— El PAN no es una alternativa a Morena, por representar la vuelta a la autarquía y al oscurantismo.

— El PAN, en su alianza pasada con el PRD, que no se justificaba porque no peligraban las reglas del juego, recibió los votos que se contabilizaron pero muchos más fueron los que le dieron por ayudar a que la gente ya no lo viera como confesional, cuando en realidad sigue apegado a sus supercherías.

— Un voto por el PAN, es un voto porque las decisiones fundamentales las tomen los barones del dinero y porque la Iglesia Católica vuelva a hacer funciones de Estado.

 

Los resultados a que llegue todo aquél abordan un tema histórico, depende de su compromiso con la ciencia o con los intereses a que sirva. Leopold  Von Ranke, era de la opinión que los historiadores se dedicaran a registrar los hechos tal como acontecen, pero si para el positivismo los hechos deben hablar, hubo quienes negaron que los hechos existan como tal, ya que lo que realmente tenemos frente a nosotros son interpretaciones de hechos. Fue la concepción comprensiva, aparecida en las primeras décadas del siglo XX, las que fueron adelante, al hurgar en las intenciones de las acciones, es decir, lo que mueve a actuar o desencadena a un hecho o una cadena de hechos simultáneos o sucesivos. Lo que significa que no hay acción sin intención. No es lo mismo hacer historia, escribir sobre historia, que hacer ciencia histórica. Se hace voluntaria o involuntariamente. El método va a marcar nuestros límites. Se escribe libre o interesadamente sobre determinados hechos o acontecimientos. Y como cualquiera puede hacerlo, se corrompe y distorsiona la narrativa cuando se realiza por encargo o atendiendo a prejuicios o intereses. Se hace ciencia histórica si, cuando además de sistematizar, se toman en cuenta relaciones, correspondencias, nexos e interconexiones entre las singularidades.  No es posible una ciencia social totalmente neutra y valorativa desde el momento que la elección del objeto de estudio es una acción de preferencia y axiológica, lo que hace que a veces sea más importante escoger el objeto de estudio que el método y mayormente si se pondera que en el estudio de la historia predomina el estudio de caso, el método cualitativo, que conduce al sesgo, al poner el acento en los datos que verifiquen la hipótesis  y por lo tanto deseche la información que la refute.

 

En todas aquellas parcelas del conocimiento que pasan por la conciencia, es fácil   hacer pasar ideología por ciencia. Esa es la tarea de los intelectuales orgánicos y mandarines, que, como lo vemos en todos los espacios, repiten sus aberraciones tanto que ellos mismos terminan por creérselas. Son tóxicos pero a la vez patéticos.

 

Las clases dominantes no pueden mantener el orden únicamente apelando a la fuerza,  por eso crean el derecho y la ideología.  Dijera Rousseau: “El fuerte nunca lo es tanto como cuando puede transformar su fuerza en derecho y la obediencia en deber”. ¿Quién hace este trabajo? Los doctores y especialistas que forman o que alquilan los conquistadores, los hacendados, los latifundistas, los patrones, los señores del dinero, los dueños de escuelas confesionales, la Iglesia Católica…

 

No, no nos engañemos. Todas las clases dominantes tienen sus teólogos, filósofos, historiadores, locutores, con los que construyen su hegemonía, que debe ser disputada por las clases subalternas. Toca a los intelectuales de las capas sometidas, quitarle la corteza a las supercherías de las clases dominantes, con las cuales hacen que los marginados acepten el poder “como venido de Dios” y las desigualdades sociales como designios de la naturaleza.

 

Es realmente conmovedor escuchar como lloriquean estos intelectuales preparados por la IBERO, la Anahuac o la Panamericana, que no les dejan hablar de Iturbide en las escuelas estatales e instituciones gubernamentales, pero no dicen que por siglos exaltaron su oportunismo en todas partes y menos que en las escuelas confesionales sólo hay insultos para Juárez  y que ni siquiera abren los libros de texto oficiales. Nada dice tampoco que todavía en el siglo XIX, la educación dominante fue la confesional. A la edición en general accedían los hijos de los ricos y uno que otro ahijado de algún poderoso. Asistían a las escuelas los hijos de hacendados, latifundistas, propietarios de minas, caciques. Muchos de estos contaban con tutores. Fue hasta con Juárez, que no obstante el sitio permanente a que lo sometieron las fuerzas herederas del colonialismo y del clero, que se impulsó el normalismo y las Escuelas de Artes y Oficios. A no pocos se les olvida que el antecedente de la UNAM es la Real Pontificia Universidad. De la Colonia al Porfiriato la mentalidad de nuestros niños, jóvenes, hombres y mujeres la formaba la Iglesia Católica.  La Iglesia tenía el monopolio de la verdad. Era una blasfemia contradecirla. Ese monopolio es el que defiende y que sabe que se le desmorona. Esta tradición es continuada por sus planteles confesionales.  Engañan a los padres con el cuento de que a ellos les toca escoger la educación de sus hijos. Ningún padre elige maestros ni textos. Elige entre una escuela confesional, que se publicita como modelo de los mejores valores y de la mayor calificación. Aunque se den violaciones escandalosas como las del Colegio Cumbres. Después del 68 muchos padres de familia, a leer en las secciones de anuncios: ” se solicita licenciado o ingeniero. Favor de abstenerse egresados de la UNAM O POLITÉCNICO,  fuimos coercionados a buscar matrícula para nuestros hijos en escuelas particulares. Así que ahora no nos vengan arrojándose de precursores del culto de Iturbide, cuando por siglos lo tuvimos hasta en la sopa.  Iturbide, Márquez, Miramón, Mejía, Maximiliano y Porfirio Díaz, son los ídolos de la vela perpetua y cuya veneración fue replicada por escuelas, parroquias, radio, televisión, teatro, el cine, la prensa… No quieran sorprendernos de que estos personajes que estuvieron al servicio de la Iglesia y la reacción  no han estado en los altares de una educación  confesional, que fue hegemónica durante más de un siglo.

 

Fue en esta montaña y alud de falsificaciones de nuestra historia, que se ha ido  abriendo paso la verdad de los hechos que descubren y muestran el auténtico rostro de un Agustín de Iturbide, como un vulgar oportunista e instrumento de Matías Monteagudo y demás inquisidores.

Es indudable que la aristocracia y la Iglesia Católica en nuestro territorio, a lo largo de la historia han ido produciendo oráculos como Lucas Alamán, obra, a la que don José M. Liceaga, hiciera en dos grandes volúmenes, adiciones y rectificaciones  puntuales, como lo ha hecho el Colegio de México;  Bulnes, al que también le hiciera rectificaciones don Fernando Iglesias Calderón, a las supuestas traiciones de Juárez;  don Niceto Zamacois,  el sabio Francisco Pimentel; el P. Mariano Cuevas, que publicara una selección de documentos de Agustín de Iturbide; hasta llegar a José Vasconcelos, Antonio Caso y Héctor González Uribe, que sin rubor adoraban a Adolfo Hitler y proponían la solución corporativa fascista. Sus editoriales: Tradición, Polis, Jus… lograron un lugar destacado en el mercado de libros.

 

La Iglesia Católica siempre se ha sustentado en mitos, intrigas y sangre. No conforme con basar su reconocimiento en supuestas revelaciones de Constantino, maquinó la célebre donación de Constantino para erigirse en heredera del Imperio Romano, pasando de un culto perseguido a un culto que hasta interinamente  resolvió con violencia y sangre sus disputas en las creencias, poniendo y quitando emperadores, con un poder terrenal en franca oposición del mandato de Jesucristo que sostuvo que su reino no era de este mundo. Hoy, prácticamente  todos especialistas de la Iglesia Católica, han sacado a la luz la falsedad de esa llamada donación de Constantino. La guerra contra sus enemigos de dentro y fuera, ha llevado a desatar carnicerías como la de la Noche de San Bartolomé, en que miles y miles de hugonotes fueron asesinados  y el fomento de sus odios han estado detrás de los más grandes crímenes masivos. El mejor estudio sobre la Razón de Estado, publicado por  Fredrich Meinecke, sostiene que si bien es cierto que ha sido la Iglesia Católica, quien más ha condenado el maquiavelismo, es también ella quien más se ha válido  del maquiavelismo para acumular poder. En estos mismos momentos los canales televisivos exhiben documentales que testimonian la alianza de la Iglesia Católica con las mafias italianas.

 

Se nos dice por una parte que los españoles se distinguen de los ingleses en que mientras los primeros conservaban la vida de los nativos mientras los segundos los exterminaban a los pueblos originarios de lo que hoy es América. Es cierto y debemos reconocer que es más racional conservar la vida del privado de libertad, que arrancársela, aunque se conserve para  esclavizarlo y someterlo a las peores torturas, lo que muchas veces no es menos cruel que la muerte. Lo que se omite  es que en el territorio de las trece colonias, se fundaron por hombres y mujeres que desde 1920 huían del absolutismo Inglés y que por eso mismo no traspolaron instituciones feudales y por lo tanto disfrutaron desde su arribo de libertades para nombrar en sus plantaciones tanto a su pastor como a su gobernador y darse sus propias leyes para organizar su aparato administrativo y proteger su propiedad y demás derechos, por eso, porque los mismos que colonizaron hicieron la descolonización, es decir, la independencia, su independencia de Inglaterra no les dio libertad, porque ya la tenían.

 

En cambio estas tierras fueron conquistadas por gentes sacadas de cárceles y hospitales (como lo muestra la película titulada 1492, que los españoles produjeron para conmemorar los 500 años del descubrimiento), y no porque así lo quisiera España sino porque nadie quería zarpar hacia lo que denominaban “el mar de las tinieblas”, que significaba en ese tiempo una muerte segura. Con esta escoria se hicieron a la mar las tres naves que partieron en busca de una nueva ruta que los llevara a las Indias Orientales, que varios años después de su desembarco, no sabían dónde estaban, cargando con el tiempo con instituciones del feudalismo atípico que imperaba en la Península ibérica, como la Hacienda, el mayorazgo, el latifundio, la encomienda, el peón, el aparcero, el obraje, el gremio, un cacicazgo que se sumó al natural, que fueron eficaces tentáculos de la forma de dominación que se implantó.

 

Esta es la razón por la cual, a raíz del  derrocamiento de Carlos IV y que Napoleón desconoció la abdicación que hizo a favor de su hijo Fernando VII, obligó al padre a entregar la Corona de España a José Bonaparte, llevándose a internar a Francia a Carlos IV, su esposa  María Luisa y al poderoso amante de ésta, José Godoy y a Fernando, lo cual provocó en todo el reino, incluida la Nueva España, un gran desconcierto tanto en las elites gobernantes como en los subalternos y sometidos.  El Virrey, don José de Iturrigaray, recibió con pesar la noticia, pues don José Godoy, lo protegía.  Por otra parte, el Ayuntamiento de la Ciudad de México, que tenía como regidor a don Juan Francisco de Azcárate, sostenía la nulidad de la abdicación del rey Carlos IV y por lo tanto, al no haber  heredero, la soberanía  recaía  ” en todo el reino y las clases que lo forman, y con más particularidad en los tribunales  superiores que lo gobiernan y administran justicia y en los cuerpos que llevan la voz pública “, situación que se interpretaba como en tanto se liberaba el rey legítimo. En estas circunstancias el Virrey Iturrigaray debía jurar ante el reino en manos del Real Acuerdo, integrado por  españoles peninsulares, que no aceptaron la intromisión del Ayuntamiento, porque había ahí criollos. Evidentemente esto enfrentaba al Real Acuerdo y al Ayuntamiento.

 

A semejanza de los levantamientos populares que se suscitaron en Sevilla y otras provincias de la Metrópoli contra la invasión francesa, en que nombraban Juntas de Gobierno (los junteros encabezaron la resistencia),  como un poder alternativo, en la Nueva España, la propuesta de Iturrigaray de constituir una Junta, cada vez contaba con más adeptos entre criollos  y mestizos. El trágico final de Iturrigaray deja claro que los peninsulares no permitirían ningún asomo de autogobierno ni una administración independiente. Los comerciantes de ultra-marinos pusieron en prisión a Iturrigaray, al licenciado Verdad, al regidor Azcárate, al padre Talamantes y otros prominentes criollos que apoyaban al depuesto Virrey, colocando en su lugar al manipulable don Pedro Garibay, quien “defendía” a España de la invasión napoleónica, destruyendo el ejército de 14 mil hombres que había formado su antecesor ¿quién hace eso en plena invasión?. Por eso la Junta Central pronto lo reemplaza por el arzobispo Javier Lizana y Beaumont. Este hombre prudente fue sustituido el 22 de febrero de 1810, por Venegas, que se puso a las órdenes de los mercaderes.

 

Sin tener en cuenta los sucesos que van de 1808 a 1810 es difícil  comprender las vacilaciones que se dieron en todos los sectores del reino. Los criollos se dieron cuenta que si en las circunstancias tan desastrosas que estaban pasando en la Península no obtenían ninguna concesión de parte de la Regencia y de la Junta Central, no les quedaba más opción que levantarse contra el dominio español que representaban las casas comerciales, hacendados, terratenientes, la jerarquía católica y la dependencia ibérica.

 

Los criollos, los mestizos,  los desposeídos se reunieron en torno del cura Miguel Hidalgo y Costilla, que era un hombre sensible al dolor que provocaba la esclavitud, que era un hombre de su tiempo, no era un iluminado pero si humano, que como humano estuvo consciente de las contradicciones entre su sacerdocio y tener que luchar con la fuerza de las armas, no por su religión sino por los sufrimientos que padecían los de abajo a manos de malos cristianos que los trataban como simples cosas, como meros objetos, para que rompieran las cadenas de la servidumbre y por fin fueran tratados como sujetos con la capacidad de tomar y decidir por sí mismos su destino. Por eso también tuvo titubeos y errores como el de Monte de las Cruces, lo que en lugar de empequeñecerlo, lo agigantan y con Justicia lo hacen merecedor del título de Padre de la Patria, por haber señalado el camino de la verdadera libertad a nuestro pueblo flagelado y sembrado la semilla de esa causa justa en hombres como Morelos y Guerrero. No era cualquier cosa luchar, como bien lo dice el maestro José Luis Chávez Orozco, contra el yugo español: “un yugo que no fue impuesto por la fuerza de las armas, sino por la domesticación de las conciencias al través de la religión”. Tan cincelada que hasta hoy perdura en émulos de la inquisición. Durante buen tiempo Hidalgo tuvo que esconder sus emociones, por aquello que solía decir: “La lengua guarda el pezcuezo”.

Fue precisamente que al ser descubierto el plan revolucionario de los criollos y mestizos que a Hidalgo y a sus compañeros de causa no les quedó más remedio que dar el Grito de Dolores, con el que llamaba a rebelarse  contra la opresión española.

 

Los realistas tenían los recursos de los mercaderes, los hacendados, los terratenientes, los dueños de minas y obrajes y, lo peor, la Iglesia Católica que defendía sus grandes propiedades y que amenazaba con la excomunión a todos los que se sumaran a la causa de la independencia y a la temida Santa Inquisición, que no tenía nada de santa y que condenaba por herejía y blasfemia hasta por denuncias anónimas. A esto advertía Hidalgo una argucia de sus enemigos:  “Abrid los ojos, considerad que los europeos pretenden ponernos a pelear a criollos contra criollos, retirándose ellos a observar desde lejos, y en caso de serles favorables, apropiarse de toda la gloria del vencimiento, haciendo mofa y desprecio de todo criollismo y de los mismos que los hubiesen defendido”. Con que visión retrataba lo que iba a suceder una década después. Justamente lo que el jefe de la conspiración de la Profesa, don Matías Monteagudo  haría utilizando al realista Iturbide para consumar una independencia que dejó intactas las instituciones esclavistas y los privilegios de los parásitos civiles y católicos.

 

El 5 de diciembre de 1810, don Miguel Hidalgo y Costilla decreta que: “deben entregarse a los naturales las tierras de cultivo…” En  Guadalajara, el 5 de diciembre de 1810, proclama la abolición de la esclavitud y de los tributos que pesaban sobre los indios y mestizos, lo cual testimonia  el sentido social de la verdadera lucha por la independencia. El mismo Francisco Bulnes- vocero de la derecha- reconoce su dimensión universal.

 

Los intereses que se sentían amenazados por la insurgencias como la aristocracia y la Iglesia Católica (como se recordará, Alfonso Toro, en 1927, publicó una investigación que ilustra que en 1796 la Iglesia Católica superaba en propiedades  al gobierno y a los particulares juntos en la Ciudad de México.  Puede verse en las páginas que van de la 31 a la 35 de su obra titulada: La Iglesia y el Estado en México.  Situación que también es documentada por otros estudiosos del Colegio de México y la UNAN), agotaron todos los recursos económicos, militares, políticos e intimidatorios para debilitar y desvirtuar la auténtica  lucha por la libertad y la independencia nacional.

 

Desde antes que se restaurara la Constitución de Cádiz de 1812, un grupo del alto clero, nobles, hacendados, terratenientes, oidores y militares partidarios del absolutismo y el régimen feudal, preocupados por la llama insurgente y el desenlace de los sucesos de la Metrópoli, se reunían en un lugar vulgarmente llamado la Profesa( destinado para realizar ejercicios), para intercambiar puntos de vista sobre las noticias recibidas de la Península, resaltando en estos encuentros la presencia del canónigo don Matías Monteagudo, quien era el director de la casa de ejercicios e inquisidor honorario. Poco a poco esas reuniones se fueron transformando en una conspiración de sacristía, que tuvo las simpatías del Virrey Apodaca. Conspiración que tomó forma cuando en España se logró que el Rey restaurara la Constitución liberal gaditana de 1812, buscando que esas liberales no se pusieran en vigor en la Nueva España, que al fracasar este plan, idearon uno nuevo en las postrimerías de 1820, que consistía  en declarar la independencia, poniendo esta parte del reino a disposición de un infante español; escogiendo para realizar esta empresa truculenta a don Agustín de Iturbide, a propuesta de don Matías Monteagudo, lo que a Iturbide, dada su ambición desmedida de poder, no le resultó cambiarse la chaquete de dependentista a independentista, como cualquier travestista para ejecutar y consumar  su treta oportunista.

 

La lucha que habían librado Hidalgo, Morelos, Guerrero y todos los insurgentes, con un gran sentido libertario y social, por la soberanía, el reparto de la tierra y un jornal justo, en la proclama de Guadalajara y en el Congreso de Chilpancingo, fue interrumpida por el Plan de la Profesa y su brazo militar don Agustín de Iturbide. Como lo dicen los hechos, Vicente Guerrero, aceptó el Plan de Iguala, como un paso en la causa de la independencia, redoblando después hasta expulsar al oportunista.

 

El eminente historiador don Agustín Rivera, nos dice que  ” El Plan de Iguala fue el hijo espurio de la Revolución de independencia…no fue…sino la falsificación del Grito de Dolores y de la Revolución.  El Plan de Iguala salió de la celda de los inquisidores de la Profesa, Monteagudo y Tirado, de quienes Iturbide  fue su instrumento…” En palabras de Iturbide, el Grito de Dolores, sólo había producido ” males y desgracias”.

 

En la siempre admirable Córdoba, el 24 de agosto de 1821, firman el  llamado tratado de Córdoba, el capitán general y representante de las Cortes de España, don Juan O’Donojú, liberal y masón, y don Agustín de Iturbide, como representante del Imperio mexicano.

 

Como acertadamente dijo don Pedro de Alba: “La génesis y el desarrollo de los acontecimientos que culminaron con el Plan de Iguala y la consumación de la independencia por Iturbide en 1821, constituyen… el pecado original de nuestra nación”. Lo que es lo mismo: la causa de que hayamos llegado tarde al desarrollo.

¿Cuál fue el costo de que la consumación de la independencia haya ignorado los reclamos de libertad, justicia, reparto agrario, la disolución de latifundios y la liberación del peonaje…? Que durante muchas décadas el llamado México independiente haya sido escenario de una inacabable lucha intestina contra la monopolización que hacían de la tierra la Iglesia Católica y los hacendados y darnos autoridades autónomas de los llamados poderes fácticos. La batalla porque hubiera separación de esferas, como lo manda la modernidad, porque hubiera separación entre Iglesia y Estado, porque terminar con el monopolio educativo de las corporaciones religiosas, fue una batalla larga y sangrienta. Los presidentes, con pocas excepciones, no tenían autonomía, eran puestos y depuestos por los grupos poderosos civiles y religiosos y los que alcanzaron a tener autonomía, tenían el gobierno pero no el poder. Antonio López de Santa Ana, es el típico juguete de las clases dominantes.

Don Benito Juárez arriba a la presidencia en un momento en que las familias y corporaciones interesadas en la persistencia del régimen colonial y las fuerzas comprometidas en liquidar ese oprobioso régimen feudal, estaban más o menos equilibradas,  lo que ensanchó su capacidad de maniobra, aunque en un duelo a muerte. Como toda persona consecuente, esas amenazas, en lugar de acobardarlo, lo radicalizaron. A veces se olvida que cuando expidió las Leyes de Reforma en Veracruz, en 1858, jurídicamente era presidente pero realmente la mayoría de los estados lo habían abandonado y estaba en el exilio.

 

El Benemérito de las Américas como liberal que era (tengamos presente que el liberalismo es la filosofía del capitalismo y la modernidad, es decir,  de un poder sujeto a la ley, de la división de poderes, de la división de esferas, de la separación entre Iglesia y Estado, de la libertad negativa, como ámbito no invadible por el poder público, como el reconocimiento y protección de un catálogo de libertades y derechos individuales, como una voluntad de decisión que tiene su fuente únicamente en el pueblo, expresada individualmente y una economía que se rige en el principio fisiocrático del dejar hacer, dejar pasar), sabía que sin liberar la fuerza de trabajo y someterla a las leyes de la oferta y la demanda, no era posible contar con un mercado de trabajo para impulsar el desarrollo de las fuerzas capitalistas y menos podía desarrollar un mercado nacional con los principales bienes de producción en manos de la Iglesia y de parásitos sociales, por lo que se vio empujado a desamotizar las propiedades de la Iglesia y a poner en circulación las tierras comunales ( esto último generó que algunos despistados lo tilden de enemigo de los campesinos).

 

Analizando la segunda mitad del siglo XIX, a nivel de una formación social o articulación de modos de producción, localizamos varios tipos de relaciones sociales de producción, donde la feudal atípica es la dominante y actúa como camisa de fuerza  de las fuerzas productivas, impidiendo su desarrollo, por lo cual fue certero que el Indio de Guelatao apuntara hacia esas relaciones sociales de producción para avanzar en su liquidación y crear el mercado laboral e impulsara el desarrollo del mercado nacional. Las relaciones sociales de producción dominantes tienden a imponer sus rasgos a las otras que conviven con ellas. Esto nos permite comprender mejor que pudo haber una producción en las minas, obrajes y talleres, pero si la mayoría de la fuerza de trabajo está encadenada en las haciendas, mayorazgos y latifundios, por las tiendas de raya, deudas y sermones, tenemos que no hay reserva de mano de obra que presione a la baja y permita elevar la tasa de ganancia de los nacientes capitalistas, con lo cual ni la burguesía puede expandirse ni el mercado nacional desarrollarse, porque se produce y se consume en esas estructuras autárquicas, que persisten hasta el Porfiriato, no obstante la inversión en bancos, minas y ferrocarriles que llega, como lo vemos en las investigaciones de don José C. Valadés, Daniel Cosió Villegas (que como él se definía, era estudioso de todo y titilado de nada), Alan  Knight, que desde Oxford, nos ilustra con sus 1400 páginas sobre la Revolución, que después continúa con otro tanto, Francisco R. Calderón, con una extraordinaria tesis que le pública la UNAM, en 1955, Fernando Rosenzweig, Jorge Jiménez, que  presenta un libro  de la corrupción de Porfirio Díaz, que pareciera que todos le cortaran la vuelta, que fue su tesis doctoral en la Universidad de Texas en El Paso.

 

La toca a la Revolución mexicana  en fase radical, destruir la gran hacienda, el latifundio  y llevar a cabo el reparto de buena parte de la tierra acaparada y liberar la mano de obra atada al régimen que ya podíamos considerar como semifeudal. Si la Revolución maderista es una Revolución política, de quítate tú para ponerme yo, un conflicto entre las élites dominantes, con Carranza, Obregón, Villa y Zapata entra en su etapa radical que con Cárdenas recibe un claro impulso. Esta etapa de la Revolución provoca la reacción de patrones, terratenientes  y la Iglesia Católica, que primero desconoce el Vaticano la Constitución del 17 en una carta que retoma en 1926 para desatar la Guerra Cristera contra el Estado mexicano  y en 1939 se organizan en el Partido Acción Nacional, para tratar de revertir la obra de la Revolución.

 

¿Qué quiso decir el candidato del PAN a la Presidencia de la República  en 1952, José González Torres, que antes había presidido la Asociación Católica de Jóvenes Mexicanos, con eso de que el vínculo fortísimo de la religión puede llevarnos a una Edad Media Americana?

Muy claro. Que el PAN, aunque parezca inconcebible en este tiempo, reclama ser el heredero de los colonizadores y fuerzas oscurantistas de don Matías Monteagudo y su brazo militar Agustín Iturbide, que en 1821, siendo expresión de la realeza  llevaron a la insurgencia a una consumación que ponía término a la dependencia administrativa  pero  dejaba intactas las estructuras de dominación colonial y los privilegios del clero.

 

Hoy nada de extraño tiene que el PAN, invite a venerar al oportunista de Iturbide, pues simboliza la esclavitud y las tinieblas del confesionalismo.

Este empantamiento del PAN, no lo puede hacer una alternativa social frente al desastroso gobierno de Morena, porque su defensa de los valores y símbolos oscurantistas en lugar de mirar hacia el futuro, miran a épocas del terror de la inquisición y a relaciones coloniales.

Es cierto que Morena y Amlo nos están destruyendo, pero el PAN no lo hizo antes, porque únicamente tuvo una parte del gobierno, tan es así que Peña les tapo su corrupción en Penex, en el IMSS, en el ISSSTE, en la fuga del Chapo, que generó fortunas inmensas, a cambio de reformas de corte panista. Si no corrieran por las venas de Peña el linaje confesional de la Panamericana, donde estudió, que hizo que los priistas tuvieran un mandato panista.

 

Sin considerar los apartidistas, Duarte tuvo en su gabinete más panistas que priistas, pero el deshonor de las fechorías de Duarte, las carga el PRI.

Los dos años de venganzas personales, de justicia al margen de la ley y de corrupción del gobierno de MAYL, están pasando sin juicio, por la incapacidad de Cuitlahuac o no sabemos que componendas, pero el terror y riquezas inexplicables de los dos años de gobierno panista en Veracruz, saltan a la vista.

Las alianzas, ni al Verde le han sido tan rentables como al PAN, porque no fueron los votos escrutados los que les dio el PRD, son los que le dio a partir de que su supuesto acercamiento con la izquierda contribuyó a quitarle el tufo reaccionario.

No nos hagamos. Una Edad Media Americana  es peor que todo lo malo que a su paso deja Morena. Por eso votar por el PAN es votar porque todo lo decidan los barones del dinero y el oscurantismo clerical.

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