¡Ínguesu!

/ Gabriela Warkentin /

Que luego averiguamos.

Cuando Morena y cía comenzaron a brincarse las trancas para pretender que nadie estaba en campaña a pesar del confeti, las matracas y los espectaculares, los del otro lado se molestaron y dijeron “pinches tramposos” o algo así. Luego, cuando Morena y sus aliados, que son bien creativotes, salieron con la finta de que nunca se eligen candidatos sino solo se aplican encuestas para identificar a la persona “Coordinadora Nacional de la Defensa de la Cuarta Transformación” (CONDECUTRA, por sus siglas en algo), los del otro lado se indignaron y gritaron “pinches tramposos cínicos” o algo así. Y, cuando para la presidencial, Morena y sus aliados madrugaron con un no es campaña pero sí aunque no hay dinero pero sí poquito y déjense de tanta barda pero no bajen espectaculares y láncense que pa luego es tarde, los del otro lado rugieron un “tramposos descarados que violan la ley” o algo así.

En esas estábamos.

Líderes de oposición mascullaban algo sobre la legalidad y la Constitución y esas cosas del siglo pasado. Algunos grupos de sociedad civil organizada suspiraban un eterno ¡qué bárbaros! mientras convocaban a la defensa de las instituciones. Y varias mentes sensatas advertían sobre los riesgos de los atropellos de Morena y cía. Parecía, pues, que había algo de preocupación sincera por lo que estaba pasando, incluida la inacción de las autoridades electorales.

Entonces, llegaron ellos.

Al grito sonoro de ¡íngesu!, los del otro lado transmutaron en alegres convidados a la rapiña del poder. Que si Morena y cía eligen a sus CONDECUTRAs, pues los de acá a sus Responsables Nacionales para la Construcción del Frente Amplio Opositor (RESPONACOFAMO, por sus siglas en quién sabe qué). ¡Íngesu! Que si se arma un padrón paralelo para que los de allá no infiltren el proceso de acá y así entre nosotros nos aupamos, ¡íngesu! Que si se articula un mini-INE porque el otro INE de por sí para esto no jala y así aseguramos navegar en mediana paz las grietas legislativas, ¡íngesu! Que si la tan cacareada participación ciudadana la resignificamos en amable acarreo de adhesiones porque pues son tiempos de batalla, ¡íngesu!

Y así nos encuentra el fin de mes, a poco menos de un año de la elección presidencial del 2024.

Leo y escucho a personas que respeto decir que no quedaba de otra, que es tal el agandalle del poder por parte de López Obrador y los suyos, que había que responder con la misma vara. Que, ante la inacción de las autoridades electorales, nadie en su sano juicio esperaría a que se hicieran cumplir las leyes. Y que, por lo menos, la oposición tuvo “el recato” de abrigarse en Frente y no pisar callos innecesarios. “Tanto nos decían que estábamos pasmados”, me argumenta más de un dirigente opositor, “que pues acá estamos: moviéndonos”. Y otros concluyen: las leyes (electorales) deben adaptarse a la realidad y no viceversa. Cuando el traje queda demasiado ajustado, hay que modificarlo o desecharlo, dicen.

De niña, con mis primos y amigos armábamos muy buenas batallas campales. Teníamos algunas reglas que nos permitían no morir en el intento y cuando se cambiaban, las negociábamos. A veces, alguno de los lados entraba con los tacos por delante con reglas que los demás desconocíamos. Pero como se trataba solo de ganar, nos las apropiábamos hasta gritar ¡victoria! Luego se aparecía algún ser adulto que con un zape nos regresaba a una mínima civilidad compartida.

Lo que vivimos hoy en México no es una contienda democrática: es una guerra cupular en la que un lado busca aniquilar al otro y viceversa, en la que un lado busca borrar al otro y viceversa. Así de simple y así de brutal. Y no hay nadie que llame al orden ni nadie que acepte ser llamado al orden. Las corcholatas patrullando el país no son tan diferentes a los 14+ que caminaban ficha en mano el otro día para encontrar su lugar en el evento de lanzamiento del frente opositor. Y eso de “convocatoria ciudadana” es acaso solo expresión de un deseo culposo.

Como soy medio aguafiestas, siempre pienso en la resaca del día después. Digamos que alguien gana, así sucederá. ¿Y luego? ¿Quién tendrá la autoridad para recoger los pedazos de país? ¿O convocar a un pacto de civilidad? ¿A rehacer el traje que nos quedó apretado? ¿A convocar a los caídos en batalla? ¿A convocar?

¡Íngesu!

@warkentin

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