Desde afuera.
José Carreño.
Cuando Joe Biden eligió a la senadora Kamala Harris como compañera de fórmula en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020, hizo mucho más que designar a una mujer de color: puso a una en un camino que puede llegar a la Casa Blanca.
Ciertamente no es un camino asegurado y pasa por una larga serie de obstáculos, pero el primer paso fue dado el martes, y muchos creen que la política estadounidense entró en un nuevo rumbo. En términos estrictamente político-electorales, la designación de la senadora por California cumple varias funciones que podrían ser consideradas como tradicionales en un nominado a la vicepresidencia.
De entrada, cumplirá 56 años de edad el próximo 20 de octubre, y ofrece la posibilidad de un reemplazo en caso de que Biden, que cumplirá 78 años en noviembre, tenga problemas de salud. Igualmente, es un balance geográfico: Biden es del noreste de los Estados Unidos, Harris del Pacífico.
Es además una señal a grupos importantes en la coalición electoral demócrata, compuesta en buena parte por mujeres y minorías étnicas. Desde ahora, afirman algunos analistas, será difícil que los demócratas postulen una candidatura compuesta por dos hombres blancos.
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En específico Harris, hija de un inmigrante afro-jamaiquino y de una inmigrante india tamil, además, es un mensaje a mujeres negras, un bloque que se considera sub-representado y, por supuesto, de inclusividad a recién llegados. Harris, una exfiscal de Distrito en San Francisco y luego Procuradora General de California, es también un mensaje tranquilizante a votantes indecisos ante la creciente influencia de activistas de izquierda en el partido.
Hay preguntas también respecto a por qué Biden optó por Harris, una senadora primeriza y como tal sin mayores logros legislativos, que se presentó como aspirante a la candidatura presidencial demócrata y en ese papel chocó varias veces con él. Pero Harris siempre sostuvo que sus confrontaciones fueron políticas, no personales, y para Biden fue importante la amistad entre Harris y su fallecido hijo Beau, que fue fiscal general de Delaware cuando aquella lo era en California.
Así, Harris se convierte en parte de la historia: confirma la importancia de las mujeres en la política demócrata, luego de la campaña presidencial de Hillary Rodham Clinton en 2016; es la primera mujer de color seleccionada para la vicepresidencia y la tercera en aspirar a ese puesto, luego de la demócrata Geraldine Ferraro en 1984 y la republicana Sarah Palin en 2008.
La última pregunta, y no hay respuesta de momento, es si Harris representa el futuro del Partido Demócrata. Al margen de lo que suceda en los comicios de este año, la nominación ofrece a la californiana un lugar de privilegio para una futura campaña presidencial, aunque ciertamente no le garantiza la candidatura. Pero la importancia de mujeres y minorías ya no puede ser ignorada.