La inseguridad politizada .

*Alma Grande .

/ Ángel Álvaro Peña /

La oposición por fin descubre una estrategia definida respecto al actual gobierno con el que no tiene ninguna coincidencia, es la política del cuetero que haga lo que haga, bueno o malo, la gente, o sea en este caso la oposición, le chifla.

Cuando se detiene al hijo de El Chapo Guzmán, Ovidio Guzmán López, la oposición recibe un revés porque en su afán de politizar la inseguridad no sabe qué hacer con la lucha por la seguridad, que no conoce, como lo demostró precisamente Felipe Calderón. Lo primero que se dedicó a hacer la oposición fue descalificar, minimizar, denostar la captura de quien por tres años asociaron en los medios, con la Cuarta Transformación, por el hecho de haber liberado a Ovidio en octubre de 2019.

En ese entonces la captura se llevó a cabo de manera correcta, se realizó sin disparar un solo balazo, pero con lo que no contaba el Ejército fue la reacción de los delincuentes, quienes tenían literalmente encañonado a un edificio multifamiliar de militares. De ahí que debieran soltarlo. Ahora, se midieron todas las alternativas, incluso se cercaron los lugares de 19 bloqueos en la ciudad de Culiacán.

En esta panorámica la oposición se dedicó a difundir la posible sociedad entre el gobierno federal y el cártel de Sinaloa. Se le criticó al Presidente el hecho de saludar en la carretera a la mamá de El Chapo Guzmán en una de sus giras por Sinaloa. Hacían interpretaciones sobre la complicidad entre López Obrador y el grupo delictivo, y lo señalaban todos los días con el objetivo de desgastar al gobierno.

Si bien, Ovidio Guzmán no es líder del cártel de Sinaloa, ni es el mandamás de “Los Chapitos”, es el jefe de un grupo derivado llamado “Los Menores”. Es necesario decir que Los Chapitos, son comandados hasta ahora, por Archibaldo Guzmán, actualmente preso en Estados Unidos; le sigue su hermano Alfredo Guzmán, en libertad.

La hermana de ellos, Alejandra Grisell, es la propietaria de la marca ‘Chapo Guzmán’ cuyos derechos de autor tiene en su poder.

A Ovidio Guzmán fortaleció la oposición al afirmar que tenía una relación de complicidad con el actual gobierno federal. Lo cual, en términos reales, hicieron más sólido al cártel de “Los Menores”, que encabeza.

Los opositores calificaron de vergonzosa la liberación de Ovidio, con más consigna política que razón legal y eso llevó a la cúspide mediática de este joven que llega a la fama el 17 de octubre de 2019. Ante esta situación la oposición, principalmente los legisladores del frente opositor difundieron esta percepción desde tribuna, colocaron carteles, pintaron cartulinas y gritaron consignas.

 

 

La captura de Ovidio Guzmán se convierte en una victoria política más que legal, pero sobre todo es una muestra de las consecuencias que tiene la politización de tareas que deberían trabajarse conjuntamente con la oposición. Porque lo que ahora identifica a los detractores del actual gobierno son los insultos y las agresiones, pero todavía no entendemos ni conocemos una sola de sus propuestas.

Hace unos meses Santiago Creel ofreció a López Obrador mostrar la estrategia de seguridad que se llevó a cabo cuando era secretario de Gobernación, en el sexenio de Fox. Lo cual sería como si Estados Unidos quisiera mostrar cómo se ganan las guerras poniendo el ejemplo de su derrota en Vietnam. Porque la seguridad con los panistas fortaleció a los cárteles de las drogas que ahora cuesta tanto trabajo combatir.

La captura de un narcotraficante es un logro para cualquier gobierno, sobre todo si mantiene un nivel de importancia en uno de los grupos delictivos que comercia droga, principalmente fentanilo, con más de 100 países.

Las descalificaciones de la oposición no se dejaron esperar hasta llegar al absurdo, por ejemplo, decían que se realizó la captura sólo porque vendrían Biden y Trudeau, presidentes de Estados Unidos y Canadá, cuando el operativo llevó seis meses estudiarlo para concretarlo en la madrugada del cinco de enero. Y por este estilo las descalificaciones llenaron más de consignas que de aportaciones a una guerra contra el narcotráfico que tiene todavía larga vida.

Así la oposición ve lo inmediato y lo superficial, porque seguramente esta captura tendrá mucho que ver con la próxima audiencia que tenga en Estados Unidos, Genaro García Luna, el 17 de enero y la próxima de Joaquín El Chapo Guzmán, el 15 de febrero, donde saldrán chispas en el mundo político.

Como los tiempos son eminentemente políticos en estos días, frente a la renovación de gubernaturas en dos estados, el gobierno tampoco desperdició la ocasión para mostrar a la secretaria de Seguridad Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, como la cabeza de la seguridad del país. Esto también deja sin argumentos a la oposición porque pudieron darse cuenta que, tanto militares como marinos, están supeditados a un mando civil que es el Presidente de la República y en cuestión de seguridad interna, y, si lo quieren interpretar así, ese mando lo tiene una civil y mujer. Mujer que podría ser la próxima jefa de gobierno de la Ciudad de México.

Si la captura de Ovidio Guzmán pudiera escapar de la politiquería que desde diferentes puntos de la vida política del país se expresaron con tanta libertad que pareciera libertinaje, podría verse más claro hacia el futuro de la seguridad en México, pero se persiste en todo darle un significado partidista, electoral, ideológico y político.

Se trata de un trabajo que debe ser común dentro de la administración pública, porque la captura de delincuentes debe ser una tarea de todos los días; la oposición debe coadyuvar a la seguridad de la sociedad porque también la representa, pero prefiere descalificar sin evaluar, sin calibrar la dimensión de los hechos que suceden en México. Ojalá cambie.

Mientras se politice la inseguridad y haya indiferencia hacia la lucha por la seguridad seguirá la política del cuetero, donde nadie queda bien en lugar de legalidad y justicia se ven triunfos o derrotas electorales.

 

PEGA Y CORRE

A pesar de la oposición de la minoría Carlos Joaquín ya es el embajador de Canadá, acuerdo al derecho que tiene el Presidente de designar a los representantes del gobierno mexicanos, como se ha hecho siempre.