Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel
“Palabras minuciosas, si te acuestas
te comunican sus preocupaciones.
Los árboles y el viento te argumentan
juntos diciéndote lo irrefutable
y hasta es posible que aparezca un grillo
que en medio del desvelo de tu noche
cante para indicarte tus errores.”
(Fragmento: “Accidentes nocturnos”, Ida Vitale).
Si usted se fija bien, bueno, a ojo de buen cubero, notará que ciertas palabras se nos están, o nos las incrustan en el cerebro, en el habla y la vida cotidianas, y hasta en nuestros sueños, vaya, pesadillas; palabras que sustituyen a otras que, desde luego, empiezan a olvidarse. Entonces el mundo lo estamos o nos lo están cambiando. Dizque pensamos, pero con un lenguaje exiguo y éste, digamos, muchas veces limita nuestra visión, lo cual nos lleva al empequeñecimiento de nuestra existencia, ya no digamos a la anulación. Escupimos, a veces con deleite, las palabras (con estricto orden aleatorio): temor, angustia, miedo, violencia, atracos, asesinatos, masacres, violaciones, maldades, muerte…
Ahora parece que somos de otro planeta o al menos sobrevivimos con esa ansiedad de despertar en otra órbita porque a esta Madre Tierra como que ya se la llevó la chingada. El panorama del mundo y, por supuesto, de México no se antoja para nada alentador. ¿Tierra a la vista? Nadie podría decir eso ahora, porque a esta Madre Tierra nomás se la está llevando la madre. Bien merecido lo tenemos. Y nos quedamos con los brazos cruzados.
En el Día Internacional de la Madre Tierra, me quedo triste. W. H. Auden dijo que “estamos en la tierra para ayudar a otros: para qué están los otros en la tierra no lo sé”. Mi tocayo Arthur Schopenhauer señaló que para millones y millones de seres humanos el verdadero infierno es la Tierra. Está claro. Pero somos testarudos. Coincido con François Mauriac: “De nada sirve al hombre ganar la Luna si ha de perder la Tierra”. Aunque poéticamente hablando, cuán bella es la luna y las estrellas y el universo a tu lado, amada mía…
Recuerdo el texto de Jairo Aníbal Niño:
“Si los enamorados vivieran en la luna
en noches de tierra llena
-cogidos de la mano-
contemplarían el océano azul de nuestro planeta
y lo verían lleno de estrellas de mar.”
Los días y los temas
Por más que le busco el lado amable y escucho a El Chavo del 8 diciéndome: “Pero no te enojes”; por más que le busco la cuadratura al huevo del “Me canso ganso”, no logro entender tanta estupidez, contratiempos y falta de estrategias para enfrentar los pesares, que son muchos, por las que atraviesa el país. Mientras, la población en general sobrevive entre los de arriba y de los de abajo, los de la izquierda y de a derecha, los neutros y los camaleónicos, los chapulines y los vividores, los…
Otra vez la polarización y la falta de sensibilidad política y los atracos de los que más tienen. Otra vez el crimen organizado, más organizados que nunca, y nuestras autoridades totalmente desorientadas, jugando a echarse la bolita: ¿dónde quedó la culpa? Se trata, señoras y señores y señoritas y señoritos y… de salvar a México, de salvar a la Tierra, de salvarnos todos para “edificar un hermoso futuro de amor y paz”.
¿Cuánto tiempo nos queda? ¿Estamos en el mismo barco? ¿O estamos en el mismo ring?
De cinismo y anexas
Hoy nadie me ha regalado un libro; me han dejado aquí enfrente del cementerio donde viven recuerdos de mis seres queridos. Sobre la tierra, perdido, vagabundeo. El día y la noche, confundidos, alimentan mis pasos hacia el horizonte de tristes lamentos. ¿Dónde la alegría?
Entrevistado a propósito de su reciente libro Olinka, Antonio Ortuño expresó: “A mí no me interesan las historias de los malos contra los buenos. Creo que pertenecen al reino de los cuentos de hadas. Las historias reales son de malos contra más malos. En Olinka todos son culpables de algo. Todos son víctimas de algo. Hay gente que es verdugo, pero hay gente que no lo es demasiadas veces. Todos tienen colas que les pisen. No hay villano, no hay héroe. Sólo un montón de culpas entrelazadas”. (sinembargo.mx, 20-04-19).
Groucho Marx dijo: “Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro”. Creo que ya lo habían leído. Y si no, ¡pos qué esperan!
Ya lo dijo el poeta Rogelio Guedea, con motivo del Día Internacional del Libro: “A los libros hay que festejarlos todos los días leyéndolos”.
Ahí se ven. O ahí los veo leyendo, los acompaño.