Sandra Odeth Gerardo Pérez/GIASF*
Iris y Karla nunca imaginaron que podrían conocerse. Ambas son originarias de Honduras, pero de territorios alejados y generaciones distintas, sin embargo, la búsqueda de un ser querido desaparecido en México las llevó a encontrarse por medio de plataformas virtuales. Además de compartir los obstáculos que entraña la búsqueda de alguien que ha desaparecido en un país distinto al propio, también comparten la situación de hacerlo desde un país que tampoco es donde nacieron. Ambas tuvieron que dejar Honduras para salvar la vida propia y la de sus familiares.
Iris, ahora en Estados Unidos, y Karla, actualmente en España, tejen la historia de búsqueda de sus seres queridos desaparecidos en México con la experiencia del desplazamiento forzado fuera de sus fronteras; su caminar conlleva un nudo de violencias a cuestas, del que pocas veces nos percatamos. Sus historias de búsqueda permiten no sólo ver el continuum de violencias que podría ayudar a comprender la sistematicidad de la desaparición de personas migrantes, sino también una serie de violencias abigarradas que afectan directamente a quienes les buscan.
Salir a la fuerza
Iris dejó Honduras en octubre de 2009 para buscar a su hijo José Rafael, quien le llamó por última vez en octubre de 2008 desde Coatzacoalcos, Veracruz. Sin apoyo de autoridades de su país y con escasa orientación por parte del Estado mexicano, pero con una visa humanitaria, Iris llegó sola a México en 2009 para buscar pistas sobre el paradero de su hijo, a partir de una noticia de una persona encontrada sin vida a orillas del mar. Desde entonces, Iris estuvo en un proceso de desplazamiento constante de Honduras a México buscando respuestas. No las obtuvo. Las confrontas de ADN que realizaron las autoridades de Veracruz entre 2011 y 2015 resultaron negativas.
En medio de ese transitar, ella y el resto de su familia aun en Honduras, comenzaron a sufrir amenazas por parte de pandillas. Ante esta situación, Iris solicitó el refugio en México en 2017, mismo que le fue negado. Con el asesinato de un familiar y sabiendo que las amenazas les habían seguido hasta territorio mexicano, Iris solicitó el asilo en Estados Unidos. Actualmente, es una de las más de 1.5 millones de personas con un proceso de juicio de solicitud de asilo sin resolución [1]. El juez que lleva su caso ha argumentado “no creer” en la violencia generada por las pandillas.
Por su parte, Karla decidió salir de Honduras en 2017. La violencia en su comunidad había cobrado la vida de uno de sus hermanos. Quienes sobrevivieron, intentaron emigrar hacia Estados Unidos huyendo para salvar su vida, entre ellos, Roberto Enrique quien desapareció en México en 2022. Karla no quiso vivir los peligros de la ruta que cruza por México y optó por otro destino. Actualmente ella es una de las más de 130 mil personas hondureñas que viven en España[2]. Esta migración que ha sido catalogada sobre todo como “laboral”, está indudablemente compuesta por miles de hondureñas que, como Karla, solicitan el asilo por motivos de violencia. Lo obtuvo sólo por un año y ahora está establecida en dicho país con un permiso de residencia para ella y sus hijos.
Aún cuando los motivos que les llevaron a salir de Honduras están directamente relacionados con eventos que han puesto en riesgo su vida, los criterios desde los “países de acogida” para determinar qué violencias se consideran suficientes para que alguien sea merecedora de asilo o refugio, difícilmente toman en cuenta las violencias en los países que no viven una “guerra reconocida” [3]. En el caso de las familias buscadoras, esta falta de reconocimiento invisibiliza las violencias propias a los procesos de expulsión que afectan la búsqueda del ser querido desaparecido.
Buscar desde un país ajeno al propio
Mientras su proceso de asilo esté en curso, Iris no puede salir de Estados Unidos. Por tanto, sus labores de búsqueda en México se han frenado. Sin embargo, con el acompañamiento colectivo de otras familias, Iris ha enfrentado desde fuera de Honduras y de México las últimas acciones de las fiscalías en México. A principio de año, la Fiscalía de Veracruz negó la posibilidad de que Iris pudiera realizar solicitudes de peritajes independientes vía internet y demandaron su presencia pese a que sabían que está pasando por un proceso de asilo.
Karla, por su parte, se enteró por redes sociales en 2022 de la existencia de una persona que había sido encontrada sin vida en Piedras Negras desde abril de ese año, quien tenía los rasgos de su hermano Roberto. Desde España, con el acompañamiento de la Red Regional de Familias Migrantes, realizó los procesos burocráticos de identificación y los trámites de repatriación de Roberto, quien volvió sin vida a casa en enero de 2023. Karla no pudo acompañarlo en su último adiós, pues volver a Honduras es un peligro para ella y su familia.
De la misma manera que las familias que viven en Honduras, estas mujeres solicitaron apoyo a sus representantes consulares en México o sus países de residencia. Las respuestas fueron en un principio nulas.
En el caso de Karla, la red consular logró activarse una vez que ella notificó la posibilidad de que Roberto hubiera fallecido. Aun cuando el proceso de repatriación fue “rápido”, se violentaron los derechos de Karla a conocer la verdad de lo sucedido y a participar activamente del proceso. Iris, hasta hace poco tiempo consiguió respuesta de sus representantes consulares para que se realicen los procesos correspondientes ante las negativas de la Fiscalía de Veracruz.
Ambas mujeres han manifestado en distintos momentos haber querido estar en México para buscar ellas mismas las respuestas que no tienen; sin embargo, de la misma forma que otras madres buscadoras migrantes y desplazadas forzadamente, no sólo se enfrentan a las dificultades de entrar al país, sino que las razones que les hicieron salir de Honduras no les permite desplazarse “libremente”.
La manera en que se cruzan el desplazamiento forzado y la búsqueda de un ser querido desaparecido no es algo que las autoridades de México, Honduras o los países de destino -en este caso Estados Unidos y España- estén considerando de manera conjunta. Desde los países en que actualmente residen y el de origen son consideradas como “migrantes” de manera genérica, aún con las marcas de violencia extrema que llevan en su palabra y que podrían hacerlas acreedoras de la categoría “refugiada” o “asilada”. Desde México, son vistas como “madres buscadoras”, en el mejor de los casos, las autoridades recuerdan que también son migrantes, pero no consideran que tal vez esa migración fue involuntaria. Pareciera ser que cada país le correspondiera atender solamente una forma de violencia, sin considerar que las violencias como el desplazamiento forzado y la desaparición de un ser querido, entre otras más, no sólo se encadenan sino que se abigarran como un nudo que estas mujeres tienen que llevar a cuestas.
Historias como la de Iris y Karla nos recuerdan que es altamente probable que quien busca, haya tenido que emprender también un proceso migratorio no voluntario, ya sea para realizar las búsquedas con el cuerpo propio, o para escapar ellas mismas del contexto de violencia que compartieron con su ser querido desaparecido, y poder seguir con la búsqueda. En México conocemos experiencias de madres y familiares en búsqueda que han tenido que enfrentarse al desplazamiento forzado al interior del país [4] o incluso han tenido que emigrar hacia otros países, entre ellos, Estados Unidos [5] por esos mismos motivos.
Resulta necesario que comencemos a considerar las conexiones entre hechos de violencia que parecen estar separados. Empezar a enfrentar el nudo de violencias que las familias y comunidades buscadoras llevan a cuestas quizá sea la primera manera de empezar a desenmarañarlos para tejer esperanza.
Referencias:
[1] DW, 3 de mayo de 2023
[2] La Prensa. Hn, 23 de abril de 2023
[3] ““El asilo nunca fue pensado para aliviar los problemas, incluso problemas serios, que la gente enfrenta todos los días alrededor del mundo”, dijo el fiscal general estadounidense, Jeff Sessions, en junio al anunciar que ya no considerarán la violencia doméstica o de pandillas como fundamentos para pedir refugio.”, en New York Tomes, julio de 2018
https://www.nytimes.com/es/2018/07/19/espanol/solicitar-asilo-estados-unidos-trump.html
[4] Querales-Mendoza, M.- ek. (2020). “No se pueden llevar a mi esposo”: desaparición forzada y desplazamiento interno forzado en el contexto de la guerra contra el narcotráfico en Michoacán (México). Historia y sociedad, (39), https://revistas.unal.edu.co/index.php/hisysoc/article/view/82973
[5] Por ejemplo, el caso del núcleo familiar de las hermanas Alvarado, víctimas de desaparición forzada, véase CIDH, caso Alvarado Espinoza y otros vs. México, sentencia, 28 de noviembre de 2018 https://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_370_esp.pdf
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*Sandra Odeth Gerardo Pérez es estudiante de doctorado en antropología social asociada del GIASF y colaboradora solidaria con colectivos de búsqueda de personas migrantes desaparecidas en México.
El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna, Con-ciencia, participan miembros del Comité Investigador, estudiantes asociados a los proyectos del Grupo y personas columnistas invitadas (Ver más: http://www.giasf.org)
La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición de adondevanlosdesaparecidos.org o de las personas que integran el GIASF.
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