Pobre presidente pobre

Entresemana

*En memoria de mi amiga Maricela Oropeza Oaxaca

MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN

¿El Presidente más criticado en la historia de México? Una mentira más; en todo caso el único quejumbroso, asiduo a victimizarse y culpar a sus antecesores de todos los males nacionales, dueño de una singular amnesia selectiva y cobrador de facturas políticas que es propaganda en cada homilía cuando lincha al de enfrente y estigmatiza al opositor, cuando no lo insulta y caricaturiza:

Todos los días tendido con los brazos abiertos en acto de contrición y con la cara al sol en sumisión franciscana que espera el castigo de los conservadores y neoliberales, enemigos de la Patria, con el cilicio ajustado para aceptar el martirio que lo santificará frente a sus seguidores y la liga fundamentalista dispuesta al sacrificio.

¡Pobre Presidente! Víctima de los perversos golpistas, de la nauseabunda prensa fifí, ésa que se gana la chuleta en los inmundos periódicos que lo critican y golpean porque, dice, sus dueños están desesperados y quieren recuperar las canonjías perdidas, como los intelectuales orgánicos que callaron como momias y hoy critican. Por eso, por eso los utiliza todos los días para hacer proselitismo a favor de la 4T.

¿Propaganda? ¡No! Que no se confunda Lorenzo Córdova Vianello, el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral que –aduce el presidente (disculpe usted, de pronto me gana escribirlo con minúscula, ¿por qué será?—pretende censurarlo, coartarle su libertad de expresión, callarlo y evitar se comunique con el pueblo bueno.

Pobre presidente pobre, sí, pobre. ¿No le cree que es un presidente que vive al día y que nunca, lo que se dice nunca, le ha interesado el dinero, el recurso fresco, la lana, el billete, aunque el entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís, instruyó entregarle poco más de 90 millones de pesos para que levantara su plantón del Zócalo, y se regresara con sus huestes de la “marcha por la democracia” a Tabasco, en aquellos días aciagos del sexenio salinista.

Pero, usted como yo nos preguntamos de dónde ha sacado recursos para vivir bien. ¿El depar de Copilco lo pagó la señora Rocío?, pregunta respetuosa en memoria de la difunta. Y la casa en la que vive con la doctora Gutiérrez Müller ¿fue producto de una rifa? Preguntas básicas que el pobre presidente podrá responder cuando le venga en gana. O sea: nunca.

Bueno, bueno, es honesto, bien honesto.

Así que, ni hablar, hay que comprender su situación. Hay que simpatizar con sus desplantes de soberbia y la mentira nuestra de cada día porque, usted no está para saberlo ni yo para contarle, pero lo he visto muy nervioso y hasta como que duerme mal.

¿Ya le vio las ojeras? ¿Le nota los ojos chiquitos y como si se peinara con limón y el maquillaje medio apresurado? Anda preocupado, él sí que hasta con el humor medio descompuesto y se enoja más rápido, con la mecha más corta y apenas le exponen la pregunta a modo se va de frente y, como Gabino Barrera, no entiende razones, andando en la borrachera… de poder.

Creo, si usted me lo permite y si no también, pero creo que es el momento de que abra la segunda de tres cartas que, cuenta la sabiduría popular, cada presidente saliente deja a su sucesor para enfrentar situaciones de crisis.

El asunto es de historia nacional y en diciembre del año pasado lo recordó la respetable Dulce María Sauri Riancho, hoy presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. Le comparto parte del artículo publicado en SemMéxico y entresemana.mx, autoría de la doctora en historia Dulce María Sauri. A saber:

“Es muy conocida la anécdota de los tres sobres que entregaba el presidente de México saliente a su sucesor.

“En esos años de presidencialismo exacerbado y de predominio político de un solo partido, el contenido de cada uno de ellos demostraba que, aun cuando el relevo se realizaba entre integrantes de la misma organización, las tensiones existían y se hacían presentes por las diferencias en el “estilo personal de gobernar”.

“¿Qué decían las misivas encubiertas por las envolturas del rumor sexenal? El antecesor aconsejaba abrir la primera carta cuando las turbulencias del nuevo gobierno presentaran situaciones difíciles para su administración.

“Échame la culpa”, frase lapidaria que encerraba la sabiduría del resurgir de la esperanza por el cambio de gobernante”.

Y, en efecto, existan o no las cartas, el licenciado Andrés Manuel López Obrador, el pobre presidente pobre, ha echado mano de la primera carta y culpa de todo a sus antecesores, porque no le bastó con acusar al licenciado Peña Nieto, se fue hasta Carlos Salinas, quien comparte el papel de villano favorito, y eventualmente toca a don Miguel de la Madrid, pero lo que es a Ernesto Zedillo, Vicente Fox y, sobre todo, Felipe Calderón, ¡Dios guarde la hora! Les ha dado con todo, con todo. ¿A poco no?

Así, a mes y medio de iniciado el tercer año de su gobierno y como está la situación, con la pandemia del coronavirus que detonó los problemas económicos que arrastraba el país, enfrentado con el nuevo gobierno de Estados Unidos antes de que Trump deje la Casa Blanca, aunque diga lo contrario y hable de que su relación con Joe Biden está a punto de turrón, descalificado su gobierno en el exterior, pese a que un organismo patito lo situó como el presidente más popular, todo indica que el licenciado Andrés Manuel debe abrir el segundo sobre.

Y es que, en el segundo sobre, su antecesor –¿se atrevería el licenciado Peña Nieto?– le recomienda hacer cambios en su gabinete, pero en espacios importantes, que llamen la atención y conmuevan al pueblo bueno y, a toda la sociedad envíe el mensaje de que hay golpe de timón y que la 4T va en serio.

De lo que se trata es que obtenga el respaldo de aquellos que de plano desconfían de él, porque hoy lo consideran como el vendedor y abonero de cobijas que las oferta como tapetes persas pero son de Chiconcuac, sin que ello demerite el trabajo artesanal de los vecinos de Texcoco; que quede claro, pero…

Bueno, ya llegará el momento en que deba abrir la tercera carta, ésta que se alza como el último recurso cuando ya no hay nada qué hacer y su gobierno haga agua rumbo al juicio de la derrota electoral, pese a que haya superado la consulta popular de 2022 y evitado la revocación de mandato.

Ya veremos. La tercera carta recomienda: elige a tu sucesor y prepara tres sobres. Sí, con ello desviará la atención del pueblo bueno hacia el sucesor.

Usted recordará que el pasado fin de semana ofreció dejar el cargo en septiembre de 2024 porque no es un vulgar ambicioso al que mueva el poder por el poder ni quiere ser cacique.

Por de pronto, hay que entender que Andrés Manuel anda rete preocupado. Y usted seguramente coincidirá conmigo, sobre todo si usted forma parte de esa franja de simpatizantes y apoyadores del licenciado López Obrador, quienes quisieran quemarme con leña verde en pleno Zócalo por ser contrapeso del poder presidencial.

Aunque seguro le hace falta la presencia in situ de Chucho Ramírez, para recomendarle que no haga coraje, que no se enmuine con el doctor Lorenzo Córdova Vianello ni eche rayos y centellas contra el INE y el INAI, porque nadie quiere censurarlo y atentar contra su libertad de expresión.

Que lea con detenimiento lo que implica recomendarle que no eche rollo maquillado a favor de los candidatos de Morena y se aguante dos meses. Luego que se cobre la propaganda copeteada, como recomendaría Vicente Fox.

¿Y si pierden los morenos la mayoría en la Cámara de Diputados?, preguntaría mi asesora en jefa. ¡Ah! ¡Caray! Pues, pobre presidente pobre. Digo.

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