¿Queremos un gobierno de “puros”?

*Transmutaciones .

/ Escrito por Lucía Melgar Palacios /

La configuración del “nosotros” en el discurso político sirve para atraer la simpatía de un grupo, convencerlo de, o hacerle creer, que se le representa. Es también mayestática expresión del gobernante o del grupo en el poder. Cuando el “Nosotros” se contrapone a los “Otros”, a “Ellos”, permite distinguir, contrastar, discriminar o excluir.

“Nosotros no somos iguales”, repite el presidente, aludiendo a una entidad de “Otros” variable, caracterizados siempre por vicios y fallas. Si ya la descalificación presidencial de una amplia gama de ciudadanos/as ha contribuido al cierre del diálogo, la postura política de la candidata oficialista, enunciada por ella misma en el tercer debate, preludia una profundización de la descalificación y del rechazo de la pluralidad, característicos de este régimen.

Tras aludir a la masacre de Tlatelolco, callando el siniestro papel del ejército en la represión del movimiento antiautoritario, Claudia Sheinbaum Pardo, trazó una imagen irreal de un México donde la economía va viento en popa, las deficiencias en servicios de salud son menores, el gobierno ha beneficiado como nunca “al pueblo”,  la violencia “ha disminuido” y la militarización no amenaza la democracia.

Encastillada en sus “resultados” como jefa de gobierno, echó mano de datos manipulados o cuestionables acerca de homicidios, feminicidios y desapariciones.

Como el presidente, achacó una y otra vez a los gobiernos “neoliberales” la responsabilidad de todos nuestros males y caracterizó al gobierno actual como “humanista”, dedicado al “bienestar del pueblo”.

Imaginándose ya futura presidenta, eludió preguntas incómodas, incluso para resguardar “la investidura presidencial” que ella aún no tiene y quizá no tenga. Leal partidaria del régimen actual, defendió la prisión preventiva oficiosa, que priva de mínima justicia a miles de inocentes y pobres, atacó a la Corte y anunció que promovería la eliminación de todos los representantes plurinominales, lo que implica eliminar o reducir la pluralidad en el Congreso.

Por si este entramado de falacias y principios autoritarios no bastara, Sheinbaum remató la configuración de su postura política con un discurso apegado al manual del autócrata que se arroga “la Verdad” y pretende actuar en nombre del “Pueblo”, ente abstracto que sus autonombrados voceros evocan para justificar sus acciones.

¿Acaso no forma parte del repertorio autoritario la visión maniquea de la sociedad en un conjunto de “Ellos” abominables contrapuesto a un “Nosotros” rebosante de pureza?

Quien dude de la cerrazón autoritaria de Sheinbaum no tiene más que leer su penúltima intervención en el debate del domingo. Usando la retórica del contraste que descalifica, atribuyó a un indefinido “Ellos”, “el autoritarismo”, “la represión”, “los privilegios”, “el saqueo”, “la mentira”, “los fraudes electorales”, “el clasismo y el racismo”, la defensa “de unos cuantos”, “el pasado”.

¿A quiénes se refería? ¿A los gobiernos “neoliberales”, a la ciudadanía crítica, a las voces disidentes este sexenio? ¿A Xóchitl Gálvez y/o los partidos y ciudadanía que la apoyan? ¿A las feministas que la hemos confrontado y cuestionado, a las defensoras de la Glorieta de las Mujeres que luchan, o a las madres de desaparecidas/os a las que no ha recibido?

Cualquiera que difiera de la “verdad histórica” oficial y del proyecto transformador, podría caer en ese pozo de maldad. En contraste, el “Nosotros” en que se inscribe la candidata de la continuidad es puro y cuasi angelical.

Ese “Nosotros” no representa la democracia, lo es: “Nosotros somos la democracia”; “somos la libertad”, y, sin mesura, “el bienestar y los derechos”, “la defensa del patrimonio nacional”,  “la verdad”, “las elecciones libres”, “el humanismo”, la defensa “del pueblo de México”.  ¿A quiénes incluye ese “Nosotros”? A AMLO, a Sheinbaum y sus incondicionales, podemos suponer. A un selecto liderazgo que el “pueblo” debe apoyar para salvarse.

Más allá de las falacias y mentiras burdas que encierra este autorretrato de quien pretende gobernarnos y su grupo, su visión de la sociedad excluye, descalifica y desprecia la pluralidad, los contrapesos, la rendición de cuentas, el diálogo, el debate, las libertades.

Xóchitl Gálvez ha cometido errores y tendría que distanciarse de nefastos liderazgos partidistas, pero está abierta a la pluralidad y a la búsqueda de consensos y defiende valores democráticos, como lo expresó con energía y convicción en el zócalo ese mismo domingo.

Para ella, la República está por encima de los partidos porque todas y todos formamos de este país y tendríamos que participar en la solución de sus problemas, añado.

¿Qué queremos? ¿Un gobierno democrático perfectible o un gobierno de “puros” ensoberbecidos que pretenden poseer “la Verdad”?

Cimac Noticias.com

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