/ ENRIQUE TOUSSAINT /
¿No le parece extraño que el Gobierno de México despliegue un operativo en Jalisco para detener a un puñadito de narcomenudistas? ¿No le parece extraño la tremenda movilización de la Guardia Nacional para al final no dar con el famoso “doble R” Ricardo Ruiz Velazco y aun así exponer a las poblaciones de Jalisco y Guanajuato al terror de los cárteles? ¿No debería un gobierno actuar hasta tener todos los elementos sobre la mesa y garantizar efectividad? El Gobierno de México sale con las manos vacías del operativo de este martes en Jalisco, ¿y no hay problema?
Hay al menos tres hipótesis de lo ocurrido. La primera, el gobierno de López Obrador tiene que mostrar que está rectificando su política de abrazos y no balazos. De tolerancia con los capos. Todo esto, días después de la gira del presidente López Obrador por la Unión Americana. Es decir, que Washington perciba que el Gobierno de México está cumpliendo su palabra de endurecer la persecución contra los cárteles de la droga. La detención de Rafael Caro Quintero fue un primer mensaje. Conclusión de este primer escenario: el operativo fue para “taparle el ojo al macho” (no iban por nadie o, mejor dicho, por nadie relevante).
Segundo, sí iban por un capo importante, pero al final decidieron dar un paso atrás. Un “culiacanazo” silencioso. Recularon al ver la reacción instantánea del crimen… ese sí muy organizado. Vieron bloqueos y decidieron retroceder. El presidente se siente incomodo cuando habla de inseguridad. Minimiza el tema. Es como si no quisiera darle relevancia alguna a la detención de capos. Prefiere refugiarse en el neoliberalismo, culpable absoluto de todos los males nacionales.
Tercer escenario, sí iban por peces gordos, pero fallaron. Es decir, el operativo fue un fracaso. Pongamos el caso hipotético que liderazgos criminales con “influencia” -como los catalogó el presidente- estuvieran en la famosa reunión de bandas en los límites entre Ixtlahuacán y Cuquío. Fueron identificados, pero al final fallaron. No lograron detenerlos o abatirlos. Y me parece llamativo que en la “mañanera” nadie haya cuestionado el fracaso del operativo (en caso de que nos estén diciendo la verdad de los hechos). En esta hipótesis, la Guardia Nacional quedó mal con dios y con el diablo. Por un lado, su intervención provocó pánico en la segunda ciudad más importante del país y, por el otro, no hubo ningún resultado. Sólo miedo y ningún golpe certero contra el hampa.
No se me ocurre ninguna otra hipótesis. El Gobierno de López Obrador ha sido profundamente opaco a la hora de dar explicaciones. Sabemos de la persona abatida, los autos quemados, los detenidos y el número de negocios incendiados. No obstante, sabemos muy poco de las intenciones del operativo.
Aquí no se puede ser equidistante. Esa idea de echarle la culpa a todos los niveles de gobierno por igual es holgazanería analítica. El operativo fue exclusivamente de la Federación. Ningún nivel de gobierno, ni estatal ni municipal, fue avisado. Sé que hay quienes encuentran cualquier resquicio para culpar a Casa Jalisco de lo ocurrido, pero es francamente desproporcionado. Es como culpar a los bomberos por el incendio. Bien, mal o regular (eso lo podemos debatir), pero las autoridades locales reaccionaron a las consecuencias de un operativo del que no tenían la menor idea ni información.
De fondo hay otro debate relevante (más allá de las intenciones del operativo del martes): la estrategia de seguridad. La apuesta de este sexenio en materia de seguridad es tan errática que ya no sabemos ni qué esperar. Lo único que sabemos es que el Gobierno de México decidió enterrar a las policías para profundizar la militarización del país. En una misma semana, AMLO anunció que se saltaba al Congreso y a la Constitución para decretar el paso de la Guardia Nacional de la Secretaría de Seguridad a la Sedena. Y ayer, el presidente anunció que volvería a violar la ley para desconocer el transitorio quinto y así extender la presencia de los militares en las calles transexenalmente.
Luego de lo que vivimos los tapatíos esta semana, ¿de verdad a alguien le parece buena idea que los militares decidan lo que se les venga en gana y pongan de patas arriba a una ciudad por un operativo del que ni siquiera sabemos el objetivo? ¿Seguimos creyendo que la Guardia Nacional militarizada es más confiable que una policía? Al juzgar por los hechos, ni son más honestos ni tampoco más eficaces.
Lo cierto es una cosa: o el gobierno de AMLO fracasó estrepitosamente el martes pasado, o no nos está diciendo la verdad. O, tal vez, ambas. En este país nunca se sabe.
Enrique Toussaint