Razones
Jorge Fernández Menéndez
• Es la oportunidad de trabajar una nueva estrategia. La actual no funciona, es una suerte de no estrategia, con muchas ideas, algunas buenas, otras muy malas, que no están amalgamadas y que no funcionan porque parten de un mal diagnóstico.
No dudo que el presidente López Obrador, como siempre lo ha hecho, haya decidido designar a Rosa Icela Rodríguez en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana basándose, como él mismo lo ha dicho, más en la lealtad que en la experiencia. Pero, por las razones que fuera, esta designación, para todos sorpresiva, sí puede considerarse un acierto.
Hace algunos días decíamos que ante la coyuntura se requería en la SSPC de un civil con experiencia en el tema, pero no necesariamente en el área operativa, que en los hechos está en manos de la Guardia Nacional y del Ejército (y así quedará), sino en el diseño institucional de la seguridad, en la coordinación y en la construcción de nuestro mayor rezago: un sistema policial homogéneo, homologado, centralizado, en estados y municipios, fuertemente coordinado con las fuerzas federales.
Y Rosa Icela Rodríguez cubre perfectamente ese perfil. A lo que hay que agregarle que es mujer y en un área tan marcada en ocasiones por el machismo. No viene nada mal la visión y el mando de una mujer.
Vamos por partes. La mayor descalificación que he leído en estos días sobre Rosa Icela es que estudió en la escuela de periodismo Carlos Septién García. Muchos quizás no lo sepan, pero de la Septién García han salido grandes periodistas, no es ningún demerito haber estudiado allí. Porque Rosa Icela era periodista (trabajó muchos años en La Jornada). Pero luego, en una trayectoria que han tenido muy pocos, estuvo en el gobierno de la Ciudad de México en cinco administraciones consecutivas (seis, si sumamos el interinato de Rosario Robles): con Cuauhtémoc Cárdenas, con López Obrador, con Marcelo Ebrard, con Miguel Mancera y con Claudia Sheinbaum. Con Marcelo fue la coordinadora del Gabinete de Seguridad con Claudia la secretaria de Gobierno. En esas dos posiciones ha trabajado con distintas áreas, incluyendo las de inteligencia local y en los últimos meses en la CDMX estableció una buena relación profesional con Omar García Harfuch, el mejor jefe de policía del país.
Hace unos meses fue designada coordinadora de Puertos, una tarea compleja, primero, porque en eso no tenía experiencia; segundo, porque es un área profundamente permeada por la corrupción, y tercero, porque está bajo el mando real de la Marina. Debe haber hecho las cosas bien, si no, no se explicaría la nueva designación.
En temas de seguridad, la experiencia muy cercana con Ebrard y luego con García Harfuch sin duda le debe haber servido, pero si partimos de la premisa de que lo central a hacer en la secretaría es el diseño y construcción de un nuevo modelo policial que comprenda estados y municipios, es fundamental conocer esa realidad desde el ámbito local, que es lo que en muchas ocasiones le falta a otros funcionarios, incluso con amplia experiencia federal.
En este sentido, Rosa Icela tiene dos cosas más a su favor. Como funcionaria se ha mentado siempre con muy bajo perfil, sin protagonismos y sin buscar reflectores.
Su permanencia durante varias administraciones consecutivas en la ciudad, gobernada por personajes tan diversos e incluso enfrentados entre sí, como Cuauhtémoc, Rosario, Andrés Manuel, Marcelo, Miguel y Claudia, demuestra institucionalidad y eso garantizaría también que no se estaría viendo esa secretaría, uno de los problemas que ha tenido la gestión de Alfonso Durazo, como un trampolín político hacia otras responsabilidades. En seguridad hay tanto por hacer que se debe tener un responsable que permanezca, si hace las cosas bien, por lo menos los cuatro siguientes años de esta administración, sobre todo porque, insistimos, en los hechos las áreas operativas centrales, que son siempre las más volátiles, están bajo control de la Guardia Nacional.
Finalmente es la oportunidad de trabajar una nueva estrategia. La actual no funciona, es una suerte de no estrategia, con muchas ideas, algunas buenas, otras muy malas, que no están amalgamadas y que no funcionan porque parten de un mal diagnóstico. En eso, más allá de sus capacidades personales, ha influido el que ni Durazo ni casi nadie de su equipo tuvieran experiencia alguna previa en seguridad.
Y si eso se suma a legítimas aspiraciones de corto plazo, la política se termina imponiendo sobre la funcionalidad y operatividad de un área de por sí sensible, y que lo que menos necesita es colocarse en el centro del escenario político.
En este sentido, el haber trabajado muy cerca de Ebrard y García Harfuch en la ciudad (y antes, aunque desde otras tareas, de Alejandro Gertz Manero y Manuel Mondragón), permite observar las estrategias de otra forma. Si a eso le sumamos que pareciera que tanto el Ejército (y la Guardia Nacional) como la Marina parecen haber dado en las últimas semanas un giro, poco público, pero bastante perceptible en las políticas de seguridad, con un número creciente de incautaciones, con mayor presencia, mayor decisión y uso de la fuerza en cuestiones operativas, este momento parece ser el idóneo para que llegue a la secretaría una persona como Rosa Icela y se dé el golpe de timón que la seguridad pública en el país exige.