Patriotismo panfletario

/ Denise Dresser /

¡Mexicanos al grito de guerra contra el Parlamento europeo! ¡A pelear contra los borregos y los saqueadores y los colonizadores y los injerencistas! A eso convoca López Obrador, en un comunicado que demuestra lo peor del hombre y su gobierno. El Presidente es un nacionalista, y eso es distinto a ser un patriota. Como escribe Timothy Snyder, un nacionalista apela a nuestros peores instintos. Nos asegura que somos los mejores, cuando nos comportamos como los peores, confundiendo la defensa del honor de un hombre con la defensa del país. AMLO vive obsesionado con el poder, la victoria, la derrota, la venganza, las cicatrices del pasado. AMLO vive desinteresado de lo que ocurre en el mundo real, el aquí y el ahora, el siglo XXI. Su mirada es cotidianamente retrospectiva: un inventario de los agravios, una lista de los latigazos de la conquista. Que nos pidan perdón, que nos devuelvan el penacho, que relitiguemos la historia para que él pueda ser el héroe de su reinvención. La única verdad en su visión de los vencidos es el resentimiento.

Un nacionalismo deficiente y obsoleto, que calca el contenido de los libros de texto gratuito escritos por el PRI. Repleto de héroes martirizados, historias de victimización, y cuentos contados para reconstruir la identidad nacional, desempolvada por el caudillo. Una identidad incongruente que elige a algunos enemigos, mientras se acurruca con otros. La autodenominada “Cuarta Transformación” orgullosamente insulta a 705 parlamentarios, pero penosamente recorta las escuelas de tiempo completo. Pelea contra partidistas de la Unión Europea, pero no parece preocupada por quienes agreden o asesinan a periodistas. Denuncia el supuesto injerencismo de los europeos, pero ha aceptado el racismo de Trump. Vocifera sobre los saqueadores europeos, pero ha callado sobre los saqueadores mexicanos como Carlos Slim y Ricardo Salinas Pliego.

Porque hay que defender la Doctrina Estrada, y “la autodeterminación de los pueblos” y la “no intervención”, aunque el gobierno no reconozca la primera aspiración en Ucrania, y traicione la segunda cada vez que el Presidente despotrica contra cualquier gobierno extranjero. Hay que rechazar la crítica de fuera durante el sexenio lopezobradorista, aunque la celebráramos durante el sexenio peñista. La patria pequeña del pejismo no es una de valores universales como la defensa de la democracia, o la protección de los derechos humanos. No está liderada por personas que entiendan el Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación firmado con el Parlamento europeo en 1997, o por miembros del servicio exterior que comprendan la cláusula democrática que contiene, o por un canciller que haga la tarea que le toca. En la Peje-Patria, la diplomacia ha sido sustituida por la monerocracia: los caricaturistas orgánicos dibujan la política exterior en sus cartones, y de ahí el Presidente deriva su visión. Es la de un país encogido, un país de miras cortas, un país sin aspiraciones de entender o relacionarse con el mundo. Chiquito, rencoroso, de patriotismo panfletario. Los patriotas verdaderos -en contraste- quieren que México haga realidad los ideales fundacionales. Buscan exorcizar las ideas muertas del pasado, y forjar un futuro que nos conecte con un mundo veloz, innovador, postneoliberal.

El patriotismo mal entendido no sólo nos empequeñece y aísla, coloca la carga de la culpa en los “otros” en lugar de nosotros. Es un cálculo deliberado para azuzar políticamente a los que se creen las mentiras piadosas y los mitos heredados. Para distraer la atención de los verdaderos males que este gobierno no ha logrado resolver. El pacto de impunidad que permite la supervivencia de personajes que violan la ley como el fiscal Gertz. El rentismo acendrado y avalado a los oligarcas empresariales aliados con la 4T. La apabullante pobreza y concentración de la riqueza que aún nos aquejan. La cuatitud y los conflictos de interés evidenciados por el entramado de la Casa Gris-Baker Hughes-Vidanta-Pemex-José Ramón López Beltrán, entre tantos casos más. Hoy, ser patriota equivale a ser porrista incondicional. Hoy, ser patriota implica envolverse en la bandera nacional, aunque debajo de ella ocurra lo indefendible. Por eso la importancia de recordar lo que advirtiera Samuel Johnson: “El patriotismo es el último refugio de un bribón”.

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