*COMENTARIO A TIEMPO..
Por Teodoro Rentería Arróyave
SÉPTIMA PARTE.
Convertido en una especie de carroza descubierta, al estilo antiguo pero sin oropeles, el “papamovil”, diseño y obsequio de México, condujo a su última morada al Papa Fracisco, a su sepulcro austero tal y como lo dejó dicho en su testamento: “La tumba debe ser en la tierra, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus”.
Con la dictadura militar criminal del general Videla (1976-1981) y sus epígonos (1981-1983), la sangrienta represión fue enfrentada por el Papa Francisco para sostener su ministerio, sin embargó lo obliga a un “auto destierro”. Así continúa el análisis biográfico del colega francés, Jean-Benoît Poulle:
“Su trayectoria parece estancarse, y a su regreso a Argentina a finales de 1986, se encuentra sin destino. Más profundamente, él mismo evocará este período como un tiempo de grave crisis espiritual: después de un comienzo brillante, no tuvo las responsabilidades que sin duda merecía, y debió sentir una decepción inevitable, que debe disimular detrás de la absoluto obediencia a la Compañía.
En su espiritualidad ascética y voluntaria, los jesuitas advierten contra la acedia, ese sentimiento de vanidad y disgusto por las cosas espirituales, que puede surgir hacia la mitad de la vida; y cada domingo por la noche, en el oficio de completas, recitan el versículo 6 del salmo 90 que invoca la ayuda de los ángeles contra el daemonium meridianum, ese «demonio del mediodía» que la explicación popular ha reducido demasiado rápido a la sola tentación de la infidelidad sexual.
Al llegar a los cincuenta años, después de haber tenido que asumir cargas muy pesadas, el padre Bergoglio pudo experimentar una forma de desaliento. El nuevo puesto al que fue enviado en 1990 es claramente un descenso: debe unirse a una pequeña parroquia de Córdoba, la segunda ciudad de Argentina en el centro-norte del país, para ejercer como confesor, pero tiene prohibido predicar. Su ministerio se desarrolla en la sombra. Muchos de los que lo conocen dirán que esos años lo cambiaron profundamente y sin duda lo endurecieron; al mismo tiempo, la experiencia diaria del confesionario, que es el único cargo que le queda, aumenta aún más en él la convicción de la importancia central de la Misericordia. Convertido en arzobispo de Buenos Aires, seguirá confesando regularmente a sus fieles en la catedral.
El nuevo primado de Argentina
A principios de los años noventa, un encuentro dio una orientación completamente nueva a su carrera: la del prelado Antonio Quarracino (1923-1998), arzobispo de La Plata en 1985, luego nombrado arzobispo de Buenos Aires en 1990, elegido presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y creado cardenal al año siguiente. Hijo de inmigrantes italianos como Bergoglio, Quarracino (nacido en Salerno) tiene, sin embargo, un perfil bastante diferente al del futuro papa, ya que se le considera un claro representante del bando conservador. Ciertamente, se comprometió menos en el apoyo a la dictadura militar que sus predecesores Antonio Plaza en La Plata o el cardenal Aramburu en Buenos Aires, pero aboga por una política de reconciliación nacional y amnistía, a riesgo de que se olviden las atrocidades. En temas sociales (divorcio, aborto, homosexualidad…), es un ferviente partidario de las orientaciones restauradoras de Juan Pablo II. Al mismo tiempo, Quarracino se convierte en un convencido defensor del diálogo con el judaísmo y de la presencia mediática de la Iglesia.
Estas dos personalidades bastante diferentes forjan lazos de confianza, hasta tal punto que en 1992, Quarracino propone a Roma que Bergoglio se convierta en uno de sus obispos auxiliares en Buenos Aires. Como los jesuitas no pueden aspirar a cargos episcopales, Bergoglio debe obtener una dispensa de su orden, lo que da lugar a la redacción de un informe bajo la supervisión del superior general Kolvenbach. Si bien este informe parece haber desaparecido de los archivos, varios indicios muestran que emitía un juicio bastante desfavorable sobre la personalidad del futuro papa: este es un argumento que sus adversarios no dejarán de esgrimir durante su pontificado, manteniendo deliberadamente una atmósfera sin duda exagerada de secreto, incluso de escándalo.
Pero Quarracino decide hacer caso omiso y obtiene el resultado deseado tras una entrevista con Juan Pablo II: el 20 de marzo de 1992, el padre Bergoglio es nombrado obispo auxiliar y se toma un permiso de la Compañía de Jesús. En junio de 1997, se da un nuevo paso decisivo cuando se convierte en coadjutor del cardenal Quarracino, es decir, obtiene el derecho a su sucesión automática: al morir este último menos de un año después (28 de febrero de 1998), es por derecho el nuevo arzobispo de Buenos Aires, primado de Argentina.
Fue como arzobispo de la capital, al que llegó a este puesto a los 62 años, que Jorge Mario destacó y que por primera vez tuvo la audacia de romper con lo establecido. Claramente, su estilo de gobierno diocesano anuncia en muchos aspectos el que adoptará como soberano pontífice. Se caracteriza en primer lugar por una gran austeridad de vida: se niega a alojarse en la lujosa residencia episcopal para residir en un pequeño apartamento cerca de la catedral. Desprecia el coche oficial con chofer y asume él mismo la mayoría de las tareas de su secretaría. Se levanta todos los días a las 4:30, pasa todo el día trabajando y nunca se toma un período de vacaciones para descansar, una costumbre que mantendrá en el Vaticano. La cercanía con su clero es otra de sus preocupaciones constantes: los 500 sacerdotes de su diócesis saben que pueden llamarlo directamente por teléfono, a través de una línea directa; muestra una gran preocupación por los párrocos de los suburbios desfavorecidos, sacerdotes de las favelas que visita con frecuencia y a los que a veces hospeda. Porque la atención a los pobres y marginados es el otro gran eje de su cargo de pastor.
En el momento en que la bancarrota presupuestaria de Argentina (en 2001) exacerba la precariedad de los fieles, multiplica las visitas a las instituciones sociales y caritativas, a todos los marginados, y les muestra su atención con gestos emblemáticos destinados a impactar en la opinión pública: así, realiza el rito de lavar los pies de los enfermos de sida en un hospital el Jueves Santo. Para él, es urgente recuperar el sentido del pueblo, junto a la gente sencilla, y ponerse de alguna manera en la escuela de la piedad popular: por eso llama a la Iglesia a adoptar ante los pobres una actitud de humildad que pasa por el renunciamiento a las posiciones de poder. CONTINUARÁ.
Periodista y escritor; presidente del Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo, CONALIPE; secretario de Desarrollo Social de la Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP; presidente fundador y vitalicio honorario de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, FAPERMEX, Doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional, Académico de Número y Director de Comunicación de la Academia Nacional de Historia y Geografía, ANHG. Agradeceré sus comentarios y críticas en teodororenteriaa@gmail.com Nos escuchamos en las frecuencias en toda la República de Libertas Radio. Le invitamos a visitar: www.felap.info, www.ciap-felap.org, www.fapermex.org, y el portal: www.irradianoticias.com