“Justicia para todas”, el grito de miles de mujeres en el #8M

* Fernanda Peralta.

/ Fotos: Desinformémonos /

08.03.2024. Ciudad de México | Desinformémonos. La marcha se convocó a las cuatro de la tarde, pero no era ni medio día cuando las colectivas de mujeres, madres de víctimas de feminicidio y desaparición, niñas con sus pancartas, defensoras indígenas, estudiantes, artistas y creadoras empezaron a congregarse en la Glorieta de las Mujeres que Luchan para participar en la jornada por el Día Internacional de la Mujer, un día de lucha contra todas las violencias machistas.

El verde y el violeta, esta vez combinados con los colores de las banderas palestinas en solidaridad con el pueblo de Gaza, poco a poco empezaron a inundar los alrededores de la Glorieta. Ahí las mujeres colocaron un tendedero con denuncias de acoso, violación, feminicidio y desaparición. Mientras, el coro La Coraza abraza con su canto de lucha a los contingentes que llegan.

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El ambiente es de acompañamiento, de solidaridad e indignación. La multitudinaria movilización parte de distintos puntos de la ciudad y se concentra en avenida Reforma. Decenas de miles de mujeres, jóvenes en su mayoría, madres con sus hijos e hijas, y también abuelas en sillas de ruedas o con bastón, conforman un río violeta desde el Monumento a la Madre hasta el Zócalo capitalino, que las recibe con el Palacio Nacional amurallado.

A cada momento una madre buscadora, una familiar de víctima de feminicidio o una esposa de un preso exponen su caso, exigen justicia y denuncian la indolencia del gobierno y sus instituciones, que dan “carpetazos” a las investigaciones y “simulan” atender la crisis de violencia en el país.

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Se oye a las mujeres Mazatecas por la Libertad, que exigen la liberación inmediata de los presos políticos de Eloxochitlán de Flores Magón, Oaxaca; a la madre de Lilith, una chica trans desaparecida en Zicatela, Puerto Escundido; o al colectivo La Wiccan Forense, integrado por mujeres peritas e investigadoras forenses que, recordaron, “dictaminando también están luchando”. Todas acusan las violencias de las que han sido víctimas por el Estado mexicano, que mantiene en la impunidad cada uno de los casos. En respuesta, el grito colectivo de “no estás sola” arropa a las que denuncian.

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Y la marea no para. Los contingentes cada vez más numerosos se integran a la marcha poco antes de las tres de la tarde. Una enérgica batucada se hace presente cuando formadas en fila y en círculos las mujeres tocaban sus tambores, sonreían, alzaban sus brazos y gritaban. Junto a ellas, las niñas, jóvenes y adultas avanzan como ríos alternos al cauce principal con destino al Zócalo en el que anoche se colocaron cientos de veladoras y cruces rosas en exigencia de justicia para las víctimas de feminicidio.

“Alzo la voz para que mañana no falte ninguna en mi salón”, dice la pancarta de una pequeña acompañada por su madre, y acuerpada por un contingente de jóvenes. A su lado, en una cartulina morada se lee “Tu miedo a mi libertad se llama machismo”. Mientras, las mujeres buscadoras portan lonas como vestimenta con los datos y fotografías de sus desaparecidos, y retumban los coros para exigir al gobierno que cumpla con su obligación de garantizar la seguridad de todas y que los casos de violencia no queden en la impunidad.

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Durante todo el recorrido, por las calles aledañas miles de policías se aglomeran, eso sí, con sus uniformes morados. Los monumentos del Centro Histórico están rodeados con vallas metálicas, que las mujeres tapizan con sus exigencias, con los rostros de sus desaparecidas y de sus muertas, y con los nombres y fotos de sus agresores.

Uno a uno, los contingentes de mujeres cubren por completo la plancha del Zócalo e izan su propia bandera en el asta central, cuya base cubren de denuncias y fotos de sus víctimas. Una manta gigante con la leyenda «Fuera el aborto del código penal» se cuelga frente al Palacio Nacional. A estas mujeres nada las para. Van juntas y aseguran que no dejarán que la violencia en su contra permanezca, y que se saben unidas por un fin en común: vivir sin miedo, hasta que no falte ninguna.

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