Una chachalaca

Una chachalaca.

Carlos Elizondo Mayer-Serra

El 16 de marzo de 2006, AMLO le espetó a Fox: “¡Cállate, chachalaca! ¡Cállese, ciudadano presidente!, deje de estar gritando como chachalaca”. Lo hizo en respuesta a las críticas que había hecho Fox a la promesa electoral de AMLO de bajar los precios de los combustibles. Para AMLO, Fox estaba interviniendo ilegítimamente en la contienda electoral. Ese AMLO enfurecido fue aprovechado por el PAN en un spot electoral: https://bit.ly/2EmZlqP.

Al calificar la elección de 2006, el Tribunal Electoral concluyó que Fox estuvo a punto de descarrilar el proceso electoral por sus intervenciones: “esta Sala Superior no pasa por alto que las declaraciones analizadas del Presidente de la República, Vicente Fox Quesada, se constituyeron en un riesgo para la validez de los comicios”.

AMLO ha intervenido en la elección mucho más que Fox. Es lo opuesto a cuando era opositor. Según el documento del INE publicado ayer por Reforma, de 36 conferencias matutinas analizadas, en 29 violó la Constitución. Está activamente buscando influir en las elecciones. Ha señalado y criticado a candidatos específicos, ha promovido obras públicas y ha denostado a sus adversarios.

El INE le ha ordenado al Presidente frenar su intervención en el proceso electoral. Sin embargo, no tiene recursos jurídicos para evitarlo. Seguramente durante el llamado periodo de reflexión, cuando terminen las campañas a partir del miércoles entrante, continuará hablando, buscando influir en el votante. Nadie le está gritando “¡cállate, chachalaca!”.

Mañana quizás veremos a AMLO furioso por este documento del INE. Aun si se controlara y no arremetiera una vez más contra este organismo, no podemos olvidar, a la hora de votar, que ya prometió terminar con el INE. Eso es lo que está en juego en esta elección.

El elector puede estar desesperado, y es entendible, por lo impresentable de varios de los candidatos. Muchos electores están revisando cuidadosamente qué proponen los partidos y la biografía de los candidatos. Nada de eso importa mucho hoy. Lo que está en juego es nuestro sistema electoral. Debemos imponerle límites al partido en el poder para preservar un proceso electoral bajo el control de órganos autónomos.

Como dijo AMLO este lunes, refiriéndose a la compra de Fertinal por parte de Pemex: “Un buen servidor público es aquel que dice: ‘No, esto no está bien'”. Para eso son los órganos autónomos. En la estructura vertical de la administración central, el jefe manda. Esto es particularmente evidente cuando el jefe es AMLO. Por eso no tolera los órganos autónomos. Se atreven a decirle: “esto no está bien”.

El representante de Morena ante el INE, Sergio Gutiérrez Luna, expresó esta semana el deseo de su partido de simplificar los procesos electorales. Una forma de hacerlo es que las funciones que hoy hace el INE regresen a la Secretaría de Gobernación. Así era antes. En ese mundo no importaban las elecciones, sino el mandato del jefe.

Nos hemos ido acostumbrando a un Presidente que simplemente no respeta la ley ni los valores centrales de una democracia, pero las constantes intervenciones de AMLO han manchado la legitimidad de la contienda. Ha sido un proceso electoral inequitativo y violatorio de nuestro marco constitucional.

En la genialidad de voltear siempre el argumento y hacerse la víctima, en una eventual derrota, AMLO se irá contra el árbitro electoral porque trató de callarlo. Lo de menos es que no lo lograra.

En caso de victoria, la celebrará porque venció a la odiada mafia del poder, aunque hoy el poder es él. Al intervenir en el proceso electoral, ha minado su legitimidad como gobernante. Le importa tanto ganar a toda costa, que prefiere erosionarla a arriesgarse a que el pueblo sabio se equivoque y vote en su contra.

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